domingo, 26 de mayo de 2024

La Página del Domingo: Esperanzas.


Por 
Alejandro Sánchez

Afortunadamente nunca me dediqué al trabajo de bufetes. Por necesidad institucional, cuando me gradué, ejercí en el ministerio fiscal y dediqué casi todo mi tiempo profesional a eso. Hoy, por diversas razones y vueltas que da la vida, prácticamente solo realizó trabajos de control y asesoría. Pero mantengo buenas relaciones en varios lugares.

Hace poco, visitaba una oficina X y presencié una consulta legal. El cliente, un hombre, explicaba una situación sui generis; matrimonio de muchos años con la existencia de hijos que repentinamente, por causas inexplicables, se rompía a decisión de la otra parte. Antes de que el hombre pudiera explicar su situación de manera coherente, las abogadas presentes lo cosieron a preguntas. Cosas del oficio. El cliente hasta se sintió un poco intimidado. Al aclararse un poco el tema, y dejar establecido que la Ley estaba a su favor, le preguntaron, ¿Qué quería? ¿Qué deseaba hacer? ¿Qué recurso deseaba iniciar? 

Él respondió; “sé que es difícil, pero si pudiera elegir, quisiera que regresara mi familia”.

Aquello me sorprendió, tengo que confesarlo. El hombre estaba consciente de que el futuro en su casa, muy posiblemente, se tendría que resolver en una vista oral, con las consabidas consecuencias para los niños y el entorno; no era el “culpable”, por decirlo de algún modo, a pesar de algunos prejuicios de mis colegas al entrevistarlo, pero aun así, a pesar de todo, deseaba conservar su familia.

Eso me hizo recordar cuando empecé mis andares en la literatura y me dedicaba a hacerle cuentos inventados a mi hijo mayor, cuando aquello apenas poco más que un bebé. Sus peticiones nocturnas me obligaron a acudir a fuentes diversas y encontré una historia:

Según las leyendas centroamericanas, sobre todo entre los pueblos mayas, se habla de que al principio de los tiempos existían nueve brujos muy poderosos. Era tanto su poder y estaban tan por encima del resto de los seres humanos que decidieron protegerse de sus muchos enemigos. Para ello realizaron un hechizo que escondiera sus almas en algo para así protegerlas. Escogieron como recipiente un perro. 

Solo que su presunción y prepotencia les jugó una mala pasada, pues su amistad no era verdadera. Entre ellos había celos, odios, envidias y malograron su creación. El perro, en lugar de obedecerlos, los atacó y destrozó. Así surgió el Upeknahmen, o el “perro del hechicero”: un animal negro, rodeado de niebla, con ojos inyectados en sangre y colmillos terribles. En El Salvador, Guatemala, Honduras y el sur de México, le llaman el cadejo negro y es la encarnación de la maldad y de la muerte, acechando a los ladrones, borrachos, y quienes pernoctan fuera de casa. 

Pero cuentan las leyendas que, a pesar de todo, incluso en las almas de esos brujos había algo de bondad. Al matarlos el cadejo negro, y desmembrarlos, liberó esa poquita de buena voluntad y esperanza, formando de esa chispa el cadejo blanco, upeknahuinic, o el “perro del hombre”. Es un animal como una nube, igual de terrorífico, pero que augura el regreso a casa, la salud y las buenas nuevas, protegiendo a quienes tienen que madrugar para trabajar, o deben salir de noche por una necesidad o enfermedad.

En fin, la semana pasada quizás pareciera que nuestra Página estaba un poco pesimista, pero siempre existe una solución. Un tipo muy sabio, que a muchos resulta cansón o tedioso, otros detestan y algunos temen como si fuera el cadejo negro, dijo una vez:

“Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía”.

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