Por Sara Rosenberg. Tomado de La Pupila Insomne
Llega
el calor, el miedo parece colarse por las rendijas de las puertas y
ventanas, la gente trata de barrer los restos de un invierno
especialmente difícil, demasiada muerte y sobre todo incertidumbre.
No saber, no se sabe, no
sabemos, se sabe poco sobre este virus, se lucha a ciegas y la práctica
va dictando al cabo de los meses qué es lo más adecuado, qué es lo que
pudiera o pudiese detener la pandemia.
Hubo días en que me
figuré un planeta en pausa, como si estuviéramos tomando aire, llenando
los pulmones de dudas y observando cómo el saber –o el no saber- esta
condicionado por la ideología y por el sentido común –lo pre-reflexivo-
que resulta de una especie de info-pandemia en el terreno más agudo de
la lucha de clases: el ideológico. Una frontera de clases permeable y
compleja, sin duda, pero que mostró a lo largo de estos dos meses y
medio dos conceptos opuestos de la vida. Y dos formas de entender la
vida, la sociedad humana.
En un polo aparece la
actitud revolucionaria de Cuba, que inmediatamente se transforma en una
guía –moral y científica- y muestra una vez más el significado del
internacionalismo y el sentido humanista de la vida, enviando a más de
veinte brigadas medicas a diversos países. Con la claridad de que
“Patria es Humanidad”, los médicos cubanos llegan de inmediato a uno de
los principales focos de contagio, la Lombardía. Después a Andorra y a
muchos otros países de América y África.
Inmensas campañas
mediáticas intentan desprestigiar esta acción y tan es así que en
Argentina las fuerzas más retrógradas salen a la calle a cacerolear en
contra de las brigadas cubanas que según ellos traen el virus del
comunismo. De más está decir que después del golpe en Bolivia, las
brigadas médicas fueron expulsadas, como sucedió también en el Brasil
del evangélico-fascista Bolsonaro. Los resultados, tan tristes, están a
la vista.
Mientras tanto China,
con un espíritu colectivo que occidente confunde voluntariamente con el
tan propagandizado “autoritarismo-totalitarismo” -obviando la larga
tradición china, desde Confucio a nuestros días- consigue aislar y
superar los contagios y envía gratuitamente ayuda y especialistas
médicos a países de Europa, de Asia y de África.
Rusia envía ayuda también a Italia y a otros países de Europa que se lo permiten, y cómo no, los medios hegemónicos claman en contra de la llegada de los camiones rusos al norte de Italia y a Serbia.
Los datos exactos están
publicados en muchos medios, pero lo que interesa en este momento es
analizar lo que llamo dos actitudes de vida, dos proyectos políticos
antagónicos. El del capitalismo neoliberal e imperialista y el de los
diversos caminos hacia el socialismo en el mundo. Es importante y
esencial ver esta contradicción en movimiento, para poder al amparo de
la historia demostrar que es lo que llamamos humanidad y qué significa
la barbarie capitalista.
Y es sencillo de ver
porque básicamente se trata de qué es lo central en la vida social, la
vida de una especie cuya capacidad y cuyo futuro depende de eso que Marx
llamó con tanta claridad lo colectivo, las relaciones sociales que
fundan la vida humana o la condenan a la barbarie en la que vivimos en
el capitalismo agónico. Si lo central es la acumulación y la expansión
imperialista, necesariamente todo aquello que no produzca ganancia y
acumulación será condenado de antemano. De allí las campañas mediáticas
virulentas contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, China y Rusia.
España, a diferencia de
Italia, no aceptó la ayuda de ninguno de estos países, salvo en una zona
territorial independiente, como es el principado de Andorra, adonde
llegó una brigada medica cubana. Y adonde fue posible controlar el
virus. Ninguna información sobre esto, salvo en las redes y en
periódicos solidarios. Y estoy hablando desde Madrid, un epicentro de la
pandemia que obedeció –como siempre- a la orden de los Estados Unidos y
de las fuerzas más reaccionarias del imperialismo de la Unión europea.
Los pies dentro del plato, como la mafia ordena.
Pero es interesante ver
como se desarrolló en estos meses la ofensiva de las derechas más
virulentas, en nombre de la “libertad”.
La clase explotadora,
preocupada por continuar acumulando beneficios de la explotación
enseguida salió a la calle a gritar libertad, en nombre de la
explotación.
Los gerentes de la clase
explotadora, ese 1,5 % de los dueños de los medios de producción, se
han reunido hoy en España para debatir la “crisis”, y para decirnos que
más allá de la salud y de la vida, lo importante es mantener la tasa de
ganancia, es decir la especulación y la condena a ser un país de
servicios que ha conseguido la infelicidad y la tamaña estupidez de que
los propios trabajadores de los hoteles y los bares (en riesgo total)
aplaudan la llegada de los imbéciles que vienen a tomar el sol y a
gastar en alcohol y putas su dinero. Ese es el tan mentado “desarrollo” y
la aparente única posibilidad de que “ la economía” esa abstracción que
es el crecimiento de la precariedad y la explotación se profundicen,
mientras los campos se secan y la industria desaparece. Nada que diga
con claridad que este modelo productivo
financiero-especulativo-esclavista ha tocado fondo.
La imagen de hoy
–celebrada en todos los informativos- es tremenda, porque los empelados
de los hoteles –precarios y súper explotados- aplauden a los turistas
que bajan de los autobuses en Mallorca y en Ibiza. Los hoteleros
agradecen, las limpiadoras y los camareros siguen cobrando sueldos de
miseria y las blancas carnes ignorantes se asolean y disfrutan del
servicio. Agradecemos la esclavitud, estamos dispuestos a servir y a
ofrecerles lo mejor de esta tierra.
Mientras los obreros de
Nisan y de Alcal, luchan en la calle por sus puestos de trabajo y
mientras en el parlamento se debate cualquier cosa menos lo esencial,
estoy regando el árbol que tapa el bosque y esa es la política que se
nos impone para terminar y ampliar el saqueo a mano armada (o de guante
blanco) de nuestros derechos humanos y sociales básicos. El derecho al
trabajo, que es un derecho inalienable, porque sin nosotros no hay
posibilidad de que un país y una sociedad sobreviva. Y sorprendentemente
me encuentro discutiendo con cierta “progresía” aquello que le viene
tan bien y como anillo al dedo a la derecha Cayetana y al mismo tiempo
al mandato de las grandes corporaciones, a Soros y al sector decidido a
acabar con el estado de derecho, con el estado moderno, burgués, pero
que resulta que pone ciertas trabas al avance de la gran corporación, al
globalismo y al guerrerismo a ultranza. No es casual que el presupuesto
estatal en “defensa” se haya duplicado. Por qué, para qué? Por qué no
se duplica en industrialización, en salud, en educación y no en una
especie de caridad que terminará por condenar a la mayoría a una vida
esclava.
No es casual que en este
momento los medios se dediquen a enormes y cansinos debates sobre si yo
dije o no dije o hice o no hice, mientras se esta debatiendo de fondo
adonde irán a parar los dineros de la UE, y en que condiciones, si como
mendigos satisfechos o insatisfechos.
Todo tiene que ver con
el tiempo y con la coyuntura. El reacomodamiento del capitalismo agónico
esta siendo de una crueldad que empezamos a ver en todas sus costuras.
Miles de desempleados,
miles de hambreados, miles de explotados precarios reclaman una cesta de
comida, miles de trabajadores sanitarios reclaman medios para poder
trabajar contra el virus, y entre muchas barbaridades el parlamento
discute distracciones que no tienen nada que ver con la situación
actual. Y esta agenda no es inocente, esta perfectamente calculada como
distracción y como fragmentación de las luchas de clase, que no por ser
ocultadas han de cambiar de nombre.
En este momento es
necesario dotarnos de una agenda independiente y de soluciones que no
son las que vienen de la patronal, que no esta dispuesta a perder
beneficios, y esos beneficios deben ser puestos en cuestión porque los
producimos nosotros. Y nosotros podemos gestionarlos sin que nadie sufra
esta bárbara explotación. Educación, salud, trabajo, son derechos
conquistados y no han de ser puestos en juego como moneda de cambio. Ni
ocultados por los supuestos grupos progres, o de intelectuales orgánicos
liberales en nombre de una falsa igualdad –sexo, raza, etnia,
diversidad, etc. etc. – para dividir nuestra lucha que es una lucha
contra la explotación y el robo sistemático de derechos. O sea, que
-trans, gay, mujer, niño, hombre, negro, oriental, árabe, migrante,
latino..- o empezamos a actuar como clase explotada decidida a
transformar esta sociedad o seguirán usándonos de pantalla para el
saqueo inclemente de nuestros derechos.
Todo por ganar, nada que perder, salvo las cadenas.
Ojalá, Ibn shala!