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martes, 14 de julio de 2020
Los cubanos de hoy ante la manipulación histórica y la guerra mediática
Tomado de Granma
Granma
dialoga por vía digital con el doctor Fabio Fernández Batista, profesor
de Historia de Cuba en la Facultad de Filosofía e Historia de la
Universidad de La Habana sobre las estrategias mediáticas
Hacer una loa a la
economía republicana es un chiste de mal gusto. Los propios análisis del
pensamiento burgués prerrevolucionario dejaron claras la envergadura de
la crisis estructural que vivía el país y las tremendas dificultades
que suponía encontrar caminos para superarla.Foto:Archivo de Granma
Hay quienes persisten en presentar a
la Cuba prerrevolucionaria de los años 40 y 50 como una época de
prosperidad y abundancia. Esta visión aparece con frecuencia en
internet, ya sea en artículos publicados por medios digitales de
comunicación orientados al público cubano, como en videos y galerías de
fotos, elaborados para las redes sociales. Sobre esta y otras
estrategias mediáticas, dialogamos por vía digital con el doctor Fabio
Fernández Batista, profesor de Historia de Cuba en la Facultad de
Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. (*)
Foto: Archivo de Granma-¿El hecho de que la mayoría del público al que están dirigidos no
vivió esta etapa favorece las intenciones ideológicas de fascinación que
se buscan con esos mensajes?
-La operación que pretende mostrar la Cuba de los 40 y 50 como
manifestación de una «era dorada» es notable. Identificar a la Isla con
La Habana y a esta con el Vedado y sus «rascacielos» ha logrado que
algunas personas asuman como cierto un relato que escamotea la
integralidad del escenario republicano de mediados del siglo XX. Sin
negar la eficiencia de los mecanismos comunicativos empleados por los
promotores de tal discurso, la responsabilidad en el arraigo de esas
concepciones recae, en cierta medida, sobre nosotros. La modelación de
una Cuba republicana, solo marcada por las sombras, le pasa factura a
nuestro recuento del devenir. La ausencia de matices permite que un
público siempre ávido de cosas nuevas le dé entrada a una «historia
diferente» que, además, llega muy bien montada desde lo visual.
«Frente a tales circunstancias, la clave está en captar la pluralidad
de escenarios que coexistían en la sociedad prerrevolucionaria. Hay que
visibilizar los contrastes, explicar las contradicciones que provocaron
la existencia –en simultáneo– del Habana Hilton y de los carboneros
miserables que muestra el documental El Mégano. Las estadísticas para
exponer esa Cuba de lacerantes diferencias están a la mano. Documentos
como La historia me absolverá, el Informe Truslow, el Censo de 1953 y la
Encuesta de la Asociación Católica Universitaria evidencian las
tensiones de la época, al ser muestra fehaciente de un país atrapado por
la deformación estructural de su economía. Cuando se estudia a fondo la
Cuba de las décadas del 40 y del 50, se descubre que la proliferación
de las hoy muy publicitadas obras públicas de entonces expresa, en más
de un sentido, la magnitud de la crisis que vivía la Isla.
«Otro asunto incide en la recepción positiva que hoy tiene el
discurso edulcorado sobre los decenios finales de la República. La
batalla entre el capitalismo y el socialismo que se dirime en nuestro
país se muestra de manera evidente en la emergencia de mentalidades e
imaginarios que conforman una conexión sentimental con el pasado
burgués. Hay cubanos sin vínculo alguno con los grupos dominantes
desplazados por la Revolución, que reproducen un discurso que defiende
la restauración de esa “próspera Cuba de ayer” que, en puridad, solo
existe en sus mentes. Asimismo, las insuficiencias de nuestro presente y
la propia ansiedad que genera el futuro dan sustento a la humana
tendencia de representar “con tientes dorados” lo pretérito, proceso
este que en el caso cubano se encuentra potenciado por la existencia de
una campaña dirigida a refrendar esa mirada. La construcción de un
socialismo próspero en la hora actual fungirá, a no dudarlo, como
mecanismo de enfrentamiento a esa reaccionaria lectura del pasado
nacional». -Se puede observar que estos contenidos han pasado de hacer recuentos
de cantidades de automóviles, cines o electrodomésticos, a hablar en
términos de eficiencia económica, en el cual la agricultura, la
ganadería y el comercio de entonces, supuestamente suplían las
necesidades de toda la sociedad. ¿Guarda relación ese cambio en el
mensaje con el aumento del bloqueo y sus efectos cotidianos para los
cubanos?
-El discurso de edulcoración de la República se ha ajustado a través
del tiempo. Sin embargo, la mejor manera de enfrentarlo se mantiene
inalterable. Ante la manipulación y la tergiversación, toca ir a las
fuentes para demostrar las manquedades de la versión de la historia que
pretende erigirse como la correcta. Hacer una loa a la economía
republicana es un chiste de mal gusto. Los propios análisis del
pensamiento burgués prerrevolucionario dejaron claras la envergadura de
la crisis estructural que vivía el país y las tremendas dificultades que
suponía encontrar caminos para superarla.
«Otro sin sentido es lanzarse a las comparaciones que no toman en
cuenta la singularidad de los contextos. Contraponer en frío datos y
series estadísticas no resulta la vía más coherente de modelar, desde
una perspectiva histórica, los nuevos rumbos que demanda el país. La
rigurosidad de nuestros análisis y la capacidad de dar cabida a los
matices siempre serán la fórmula ganadora ante quienes pretenden
pasarnos gato por libre». -¿Cómo percibir la insistencia mediática para asumir la Revolución
Cubana como un periodo iniciado y finalizado en el pasado, separado
tanto de lo cotidiano, como de la actualización económica y de
transformación legislativa?
–En el caso cubano, entendemos a esta como el proyecto político
guiado por el objetivo de construir una sociedad alternativa al
capitalismo, por lo que no caben dudas acerca de su permanencia. Otros
matices podrían apuntarse, si se avanza por el terreno de la definición
que las ciencias sociales realizan sobre esa modalidad del cambio social
que enfoca la pregunta.
«El proyecto revolucionario enfrenta en la actualidad cuatro
importantes obstáculos: la hostilidad exterior, las dificultades
económicas, el aliento constante a una fractura del consenso político y
las trabas que encuentra la implementación práctica de la actualización
del socialismo. Estos emergen como valladares a vencer. La Revolución ha
de conectar la preservación de sus históricas conquistas con la
concreción de las nuevas aspiraciones de prosperidad.
«La economía constituye una de las aristas de imprescindible
atención, para mantener los indiscutibles éxitos sociales y estimular
con más fuerza la base productiva que debe sostenerlos. De igual forma,
otras dinámicas del tejido social de la nación han de enrumbarse por
caminos que tengan en cuenta las diversidades. A la Constitución
aprobada recientemente le corresponde actuar como hoja de ruta para la
consumación de un proyecto socialista que, sin abjurar de la historia
vivida, logre materializar las renovadas demandas ciudadanas. -La invitación a olvidar la Historia fue parte de una estrategia que
puede regresar, mientras otros ya nos convidan a dejar atrás la
terminología de revolucionario y contrarrevolucionario, que ha sido
fundamental en el lenguaje político e histórico cubano. ¿Siguen siendo
términos funcionales?
-La invitación a olvidarnos de la Historia es claramente una táctica para
desarmarnos. Tener conciencia histórica no implica vivir presos del
pasado, sino mantener la conexión con la experiencia vivida, a fin de
convertirla en soporte para desandar la ruta que depara el futuro.
Aunque el papel de las palabras es sobredimensionado en muchas
ocasiones, el valor de estas no puede ser desconocido. De tal suerte,
pensar en torno al discurso político de la Cuba actual constituye una
tarea importante.
«Dentro de los que proponen una renovación terminológica pueden
identificarse dos grupos. De un lado, se hallan aquellos que defienden
la actualización del discurso revolucionario, en pos de conectarlo con
la especificidad de los tiempos que corren; de otro, los que de maneras
diversas apuestan por desmontar el andamiaje discursivo para después
avanzar, cual tromba destructora, sobre lo demás. Dentro de la batalla
que se dirime en el ámbito de la construcción de sentidos al interior
del país, el uso de los vocablos irrumpe como terreno que no puede
descuidarse.
«Considero válido el empleo de los términos revolucionario y
contrarrevolucionario, siempre y cuando se asuma la pluralidad del campo
que pretenden englobar. Lo revolucionario –en las circunstancias de
hoy– estriba en la defensa de un proyecto de sociedad anticapitalista,
capaz de proyectar las esencias subversivas de la Revolución de 1959
hacia la Cuba mejor a construir. Por su lado, el ámbito de la
contrarrevolución está definido por los esfuerzos abocados a restaurar
el régimen capitalista y, con este, al conjunto de relaciones de
explotación que le son inherentes. Creo que la pugna ideológica de
nuestros días se mueve en el marco apuntado, sin que ello niegue la
presencia de otras problemáticas que otorgan matices diversos a los
debates dirimidos al interior de la nación».
(*) El entrevistado es autor de las obras Fidel en la tradición
estudiantil universitaria – en coautoría con Francisca López Civeira–
(Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2016), y Los
caminos de la prosperidad. El ideario económico de las oligarquías
criollas de Cuba (Ediciones Unhic, La Habana, 2020).
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