jueves, 18 de mayo de 2023

José Martí en el 128 aniversario de su partida física.



Por  Msc. Roberto Reinaldo Dávila Cabrera.

Un año más de su caída física en Dos Ríos, 128 años transcurridos después de ese acontecimiento histórico, vive en la conciencia cívica y patriótica de todos los buenos patriotas cubanos, y cuánto necesitamos que continúe vivo acompañando a cada uno de nosotros, los que amamos y defendemos la tierra que nos enseñó a querer.

 Quiero recordar hoy, el párrafo final que lo retrata de cuerpo y alma en “Yugo y Estrella”:

  Dame el yugo, oh mi madre, de marera,

Que puesto en él de pie, luzca en mi frente

Mejor la estrella que ilumina y mata.”(1)

 Algunos tuvimos la suerte de comenzar a conocer a Martí en el propio seno familiar, pero la mayoría en mi época, lo empezamos a descubrir en la escuela primaria. En ese nivel escolar el mayor reconocimiento y orgullo era recibir el llamado “Beso de la Patria”, medalla con la efigie del apóstol. En mi modesta escuela de niños pobres, pude contar con muy buenos maestros, que nunca olvido. En los distintos grados siempre hubo docentes enseñando quién era Martí, lo que significaba.

 Los viernes, cierre de semana, además de cantar el himno nacional, se realizaban actividades en las fechas de su nacimiento, y de distintos momentos de su vida entregada a la lucha por la libertad de la Patria oprimida. Y nos aprendimos canciones dedicadas a Martí, que cantábamos a coro, todos, niños y maestros.

 Todo esto ocurría durante los años en que se combatía en la Sierra Maestra y en las ciudades a través del trabajo y acciones revolucionarias clandestinas. Entonces triunfó la revolución en 1959.

 Tengo claro en la memoria que uno de esos viernes de inicio de año, vino a la escuela un comandante rebelde, el hijo de mi maestra de quinto grado, Jorge (Papito) Serguera. Fue todo un acontecimiento para nosotros verlo y oírlo, aunque hoy no recuerde lo que dijo ante todos los integrantes del colectivo. Tuvo una vida entregada a la causa de la Revolución. Falleció en 2009.

 Mi impulsor prncipal para asumir el estudio de la obra de Martí fue Fidel, que desde su autodefensa en el Moncada expresó: “Traigo en mi alma las doctrinas del Maestro”, y lo proclamó como el autor intelectual del asalto a esa fortaleza militar cubana, transformada por esa inspiración martiana en la Ciudad Escolar 26 de Julio, en Santiago de Cuba.

 “La historia me absolverá”, su histórico alegato de auto defensa contiene el pensamiento martiano en el contenido que expresa el porqué de la lucha revolucionaria de toda una etapa histórica de la nación.

 Pero en fecha esencial como la que recordamos, hay que decir que la obra fundamental de la revolución realizada por la Generación del Centenario, fue concretar en la vida cotidiana, en la práctica, el pensamiento martiano, sus deseos, aspiraciones y anhelos para que el pueblo cubano fuera libre, independiente y soberano, sin ataduras de ninguna esclavitud.

 La tierra para quien la trabaja, educación gratuita para todos desde el nivel primario hasta el más alto nivel académico y científico, los servicios de salud, también gratuitos, al igual que el ejercicio del deporte, garantizada  la base material, técnica y humana necesarios para lograrlo, la  transformación agraria e industrial de la nación, el desarrollo científico, del sistema vial e hidráulico del país, la construcción de viviendas, de toda la infraestructura necesaria para llevar a cabo las gigantescas tareas de esa transformación revolucionaria para todo el pueblo, dicen mucho de la obra martiana y también fidelista de la Revolución.

 Pero hay cosas en esa obra que valen mucho más que toda la obra material que se pueda exponer, aunque sea de forma sintética: la garantía de la seguridad ciudadana, de la vida humana tantas veces sesgada por la tiranía que masacró a la ciudadanía de la época; el rescate de la dignidad plena del hombre, del desarrollo y formación de un pensamiento y una conducta verdaderamente revolucionaria, de sentir el dolor ajeno como propio y de desarrollar profundos sentimientos internacionalistas, el patriotismo y la cubanía como esencia de los sentimientos de todo lo cubano, además del colectivismo, la colaboración y ayuda mutua como rasgos de nuestra identidad nacional.

 Recordemos que a Martí debemos también el logro de la unidad en la lucha por la independencia nacional, con inteligencia y flexibilidad para lograrla, y también creó el partido único para organizar y dirigir esa lucha.

 El pensamiento martiano es amplio y abarcador, desde los hechos cotidianos de su época relacionados con la esclavitud, su visión y acción en relación con la cultura, el periodismo, la enseñanza y educación, la justicia, la libertad, el derecho al trabajo, la igualdad plena del hombre, el partido único, la unidad de la nación, la crítica como arma necesaria, la cultura enaltecedora del sentimiento humano universal.

Su pensamiento político es un arma insustituible para nuestras luchas de hoy y de mañana, como lo fueron ayer para los Moncadistas, un legado que no se puede perder, porque es el fundamento que contribuye a desenmascarar a los enemigos internos y externos, a los tergiversadores de las verdades que defendemos.

 Muchas veces he tenido que leer y releer su artículo “Vindicación de Cuba”, para poder interpretar adecuadamente las realidades políticas del presente, del hoy de nuestro pueblo, que muchos en el exterior y algunos internamente en Cuba tergiversan cada momento a través de todas las vías posibles para crear odio entre y contra los cubanos, de dentro o de fuera.

 De los tres artículos publicados en los Estados Unidos sobre el tema, me referiré solo al tercero, la respuesta de Martí al contenido de los dos anteriores, de autores norteamericanos. De forma tajante, viril, ejemplo para hoy día, expresa:

 “No es éste el momento de discutir el asunto de la anexión de Cuba. Es probable que ningún cubano que tenga en algo su decoro desee ver su país unido a otro donde los que guían la opinión comparten respecto a él las preocupaciones sólo excusables a la política fanfarrona o la desordenada ignorancia. Ningún cubano honrado se humillará hasta verse en un pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores condiciones políticas, por tal desdichado desconocimiento de la historia y tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados  Unidos”. (2)

 “Pero los que han peleado en la guerra, y han aprendido en los destierros; los que han levantado, con el trabajo de las manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un pueblo hostil;...ésos, más numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos. No la necesitan.”(3)

 “Sólo con la vida cesará entre nosotros la batalla por la libertad. Y es la verdad triste que nuestros esfuerzos se habrían, en toda probabilidad, renovado con éxito, a no haber sido, en algunos de nosotros, por la esperanza poco viril de los anexionistas, de obtener libertad sin pagarla a su precio, y por el temor justo de otros, de que nuestros muertos, nuestras memorias sagradas, nuestras ruinas empapadas en sangre, no vinieran a ser más que el abono del suelo para el crecimiento de una planta extranjera,...”.(4)

 No se trata hoy de un insulto a todo lo cubano en las columnas de un periódico u otro, sino de la lucha necesaria para mantener nuestras conquistas como pueblo ante las pretensiones prepotentes de un imperio que quiere imponer al mundo sus designios, y no nos quiere para anexarnos a su territorio, sino para hacernos nuevamente esclavos, aunque sea con el velo de su “democracia explotadora”.

 De esas conquistas nuestras, alcanzadas por las luchas sostenidas de nuestro pueblo, lo que más le duele al imperio y a sus nuevos pretenciosos anexionistas, que llevan el título de “cubanos” por haber nacido en el lugar y momento equivocados de la historia, es el SOCIALISMO.

 ¿Puede considerarse cubano aquel que tergiversa y transforma para su bien el pensamiento y la acción de Martí?

 Cualquiera puede emigrar, y hacerlo hacia donde pueda y quiera, o puede diferir de la Revolución y su obra en muchos aspectos, sea porque fue afectado por ella, y habrían sus razones, o porque el sistema político no le conviene, u otras razones. Pero denigrar del país, de su historia gloriosa, de la obra de justicia de un pueblo, de clamar para que la agresión de una potencia extranjera se haga realidad al costo de la vida de miles o millones de cubanos que aman a su tierra, eso es no ser cubano, aunque se haya nacido aquí por equivocación.  Por  algo Martí dice en Abdala que “el amor, madre, a la Patria, no es el amor rídiculo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”; (5)

 Los que conviven, apoyan y se arrastran ante los que durante siglos no nos han querido como pueblo o nación, y nos han atacado, no pueden ser cubanos, aunque así lo proclamen y divulguen. Algunos por conveniencia por lo menos han adoptado la ciudadanía extranjera del enemigo mayor de los pueblos, de los que dominan el capital necesario para financiar y promover doctrinas como el fascismo dentro y fuera de sus fronteras.

 Esos algunos no han tenido la visión para ver la verdad, o conscientemente comulgan con esas doctrinas anti humanas. De Martí y su discípulo mayor, Fidel, hemos aprendido los valores que nos inculcaron en más de 150 años de lucha, estamos demostrando que sí se puede, que un mundo mejor es posible, no solo para los cubanos, sino para todos los pueblos que luchan. Tenemos honra y orgullo de ser cubanos. Las carencias pueden ser muchas, las han sido y pueden ser más, pero eso no justifica la traición a la tierra que nos vio nacer.

 Honremos al Apóstol de Cuba, a nuestro Héroe Nacional, en el 128 aniversario de su caída en combate, continuando la lucha por alcanzar los objetivos planteados por él y su continuador, nuestro líder histórico, Fidel.


 Bibliografía

1 .Martí Pérez, José (1976) Obras Completas. Tomo 16, pag. 162

2.- Idem. Tomo 1, pag.  236

3- Idem. Pag.   237

4.- Idem Pag  241

5.- Idem  Tomo 18 , pag. 19.

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