Por Msc. Roberto Reinaldo
Dávila Cabrera.
Un año más de su caída física en Dos Ríos, 128 años
transcurridos después de ese acontecimiento histórico, vive en la conciencia
cívica y patriótica de todos los buenos patriotas cubanos, y cuánto necesitamos
que continúe vivo acompañando a cada uno de nosotros, los que amamos y
defendemos la tierra que nos enseñó a querer.
Quiero recordar hoy, el párrafo final que lo retrata de
cuerpo y alma en “Yugo y Estrella”:
“ Dame el yugo, oh mi madre, de marera,
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.”(1)
Algunos tuvimos la suerte de comenzar a conocer a Martí en
el propio seno familiar, pero la mayoría en mi época, lo empezamos a descubrir
en la escuela primaria. En ese nivel escolar el mayor reconocimiento y orgullo
era recibir el llamado “Beso de la Patria”, medalla con la efigie del apóstol.
En mi modesta escuela de niños pobres, pude contar con muy buenos maestros, que
nunca olvido. En los distintos grados siempre hubo docentes enseñando quién era
Martí, lo que significaba.
Los viernes, cierre de semana, además de cantar el himno
nacional, se realizaban actividades en las fechas de su nacimiento, y de
distintos momentos de su vida entregada a la lucha por la libertad de la Patria
oprimida. Y nos aprendimos canciones dedicadas a Martí, que cantábamos a coro,
todos, niños y maestros.
Todo esto ocurría durante los años en que se combatía en la
Sierra Maestra y en las ciudades a través del trabajo y acciones
revolucionarias clandestinas. Entonces triunfó la revolución en 1959.
Tengo claro en la memoria que uno de esos viernes de inicio
de año, vino a la escuela un comandante rebelde, el hijo de mi maestra de
quinto grado, Jorge (Papito) Serguera. Fue todo un acontecimiento para nosotros
verlo y oírlo, aunque hoy no recuerde lo que dijo ante todos los integrantes
del colectivo. Tuvo una vida entregada a la causa de la Revolución. Falleció en
2009.
Mi impulsor prncipal para asumir el estudio de la obra de
Martí fue Fidel, que desde su autodefensa en el Moncada expresó: “Traigo en mi
alma las doctrinas del Maestro”, y lo proclamó como el autor intelectual del
asalto a esa fortaleza militar cubana, transformada por esa inspiración
martiana en la Ciudad Escolar 26 de Julio, en Santiago de Cuba.
“La historia me absolverá”, su histórico alegato de auto
defensa contiene el pensamiento martiano en el contenido que expresa el porqué
de la lucha revolucionaria de toda una etapa histórica de la nación.
Pero en fecha esencial como la que recordamos, hay que decir
que la obra fundamental de la revolución realizada por la Generación del
Centenario, fue concretar en la vida cotidiana, en la práctica, el pensamiento
martiano, sus deseos, aspiraciones y anhelos para que el pueblo cubano fuera
libre, independiente y soberano, sin ataduras de ninguna esclavitud.
La tierra para quien la trabaja, educación gratuita para
todos desde el nivel primario hasta el más alto nivel académico y científico,
los servicios de salud, también gratuitos, al igual que el ejercicio del
deporte, garantizada la base material,
técnica y humana necesarios para lograrlo, la
transformación agraria e industrial de la nación, el desarrollo
científico, del sistema vial e hidráulico del país, la construcción de
viviendas, de toda la infraestructura necesaria para llevar a cabo las
gigantescas tareas de esa transformación revolucionaria para todo el pueblo,
dicen mucho de la obra martiana y también fidelista de la Revolución.
Pero hay cosas en esa obra que valen mucho más que toda la
obra material que se pueda exponer, aunque sea de forma sintética: la garantía
de la seguridad ciudadana, de la vida humana tantas veces sesgada por la
tiranía que masacró a la ciudadanía de la época; el rescate de la dignidad
plena del hombre, del desarrollo y formación de un pensamiento y una conducta
verdaderamente revolucionaria, de sentir el dolor ajeno como propio y de
desarrollar profundos sentimientos internacionalistas, el patriotismo y la
cubanía como esencia de los sentimientos de todo lo cubano, además del
colectivismo, la colaboración y ayuda mutua como rasgos de nuestra identidad
nacional.
Recordemos que a Martí debemos también el logro de la unidad
en la lucha por la independencia nacional, con inteligencia y flexibilidad para
lograrla, y también creó el partido único para organizar y dirigir esa lucha.
El pensamiento martiano es amplio y abarcador, desde los
hechos cotidianos de su época relacionados con la esclavitud, su visión y
acción en relación con la cultura, el periodismo, la enseñanza y educación, la
justicia, la libertad, el derecho al trabajo, la igualdad plena del hombre, el
partido único, la unidad de la nación, la crítica como arma necesaria, la
cultura enaltecedora del sentimiento humano universal.
Su pensamiento político es un arma insustituible para
nuestras luchas de hoy y de mañana, como lo fueron ayer para los Moncadistas,
un legado que no se puede perder, porque es el fundamento que contribuye a
desenmascarar a los enemigos internos y externos, a los tergiversadores de las
verdades que defendemos.
Muchas veces he tenido que leer y releer su artículo
“Vindicación de Cuba”, para poder interpretar adecuadamente las realidades
políticas del presente, del hoy de nuestro pueblo, que muchos en el exterior y
algunos internamente en Cuba tergiversan cada momento a través de todas las
vías posibles para crear odio entre y contra los cubanos, de dentro o de fuera.
De los tres artículos publicados en los Estados Unidos sobre
el tema, me referiré solo al tercero, la respuesta de Martí al contenido de los
dos anteriores, de autores norteamericanos. De forma tajante, viril, ejemplo
para hoy día, expresa:
“No es éste el momento de discutir el asunto
de la anexión de Cuba. Es probable que ningún cubano que tenga en algo su
decoro desee ver su país unido a otro donde los que guían la opinión comparten
respecto a él las preocupaciones sólo excusables a la política fanfarrona o la
desordenada ignorancia. Ningún cubano honrado se humillará hasta verse en un
pueblo que niega su capacidad, insulta su virtud y desprecia su carácter. Hay
cubanos que por móviles respetables, por una admiración ardiente al progreso y
la libertad, por el presentimiento de sus propias fuerzas en mejores
condiciones políticas, por tal desdichado desconocimiento de la historia y
tendencias de la anexión, desearían ver la Isla ligada a los Estados Unidos”. (2)
“Pero los que han peleado en la guerra, y
han aprendido en los destierros; los que han levantado, con el trabajo de las
manos y la mente, un hogar virtuoso en el corazón de un pueblo hostil;...ésos,
más numerosos que los otros, no desean la anexión de Cuba a los Estados Unidos.
No la necesitan.”(3)
“Sólo con la vida cesará entre nosotros la
batalla por la libertad. Y es la verdad triste que nuestros esfuerzos se
habrían, en toda probabilidad, renovado con éxito, a no haber sido, en algunos
de nosotros, por la esperanza poco viril de los anexionistas, de obtener
libertad sin pagarla a su precio, y por el temor justo de otros, de que
nuestros muertos, nuestras memorias sagradas, nuestras ruinas empapadas en
sangre, no vinieran a ser más que el abono del suelo para el crecimiento de una
planta extranjera,...”.(4)
No se trata hoy de un insulto a todo lo cubano en las
columnas de un periódico u otro, sino de la lucha necesaria para mantener
nuestras conquistas como pueblo ante las pretensiones prepotentes de un imperio
que quiere imponer al mundo sus designios, y no nos quiere para anexarnos a su
territorio, sino para hacernos nuevamente esclavos, aunque sea con el velo de
su “democracia explotadora”.
De esas conquistas nuestras, alcanzadas por las luchas
sostenidas de nuestro pueblo, lo que más le duele al imperio y a sus nuevos
pretenciosos anexionistas, que llevan el título de “cubanos” por haber nacido
en el lugar y momento equivocados de la historia, es el SOCIALISMO.
¿Puede
considerarse cubano aquel que tergiversa y transforma para su bien el
pensamiento y la acción de Martí?
Cualquiera puede emigrar, y hacerlo hacia donde pueda y
quiera, o puede diferir de la Revolución y su obra en muchos aspectos, sea
porque fue afectado por ella, y habrían sus razones, o porque el sistema
político no le conviene, u otras razones. Pero denigrar del país, de su
historia gloriosa, de la obra de justicia de un pueblo, de clamar para que la
agresión de una potencia extranjera se haga realidad al costo de la vida de
miles o millones de cubanos que aman a su tierra, eso es no ser cubano, aunque
se haya nacido aquí por equivocación.
Por algo Martí dice en Abdala que
“el amor, madre, a la Patria, no es el
amor rídiculo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio
invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”; (5)
Los que conviven, apoyan y se arrastran ante los que durante
siglos no nos han querido como pueblo o nación, y nos han atacado, no pueden
ser cubanos, aunque así lo proclamen y divulguen. Algunos por conveniencia por
lo menos han adoptado la ciudadanía extranjera del enemigo mayor de los
pueblos, de los que dominan el capital necesario para financiar y promover
doctrinas como el fascismo dentro y fuera de sus fronteras.
Esos algunos no han tenido la visión para ver la verdad, o conscientemente
comulgan con esas doctrinas anti humanas. De Martí y su discípulo mayor, Fidel,
hemos aprendido los valores que nos inculcaron en más de 150 años de lucha,
estamos demostrando que sí se puede, que un mundo mejor es posible, no solo
para los cubanos, sino para todos los pueblos que luchan. Tenemos honra y
orgullo de ser cubanos. Las carencias pueden ser muchas, las han sido y pueden
ser más, pero eso no justifica la traición a la tierra que nos vio nacer.
Honremos al Apóstol de Cuba, a nuestro Héroe Nacional, en el
128 aniversario de su caída en combate, continuando la lucha por alcanzar los
objetivos planteados por él y su continuador, nuestro líder histórico, Fidel.
Bibliografía
1 .Martí Pérez, José (1976) Obras Completas. Tomo 16, pag. 162
2.- Idem. Tomo 1, pag.
236
3- Idem. Pag. 237
4.- Idem Pag 241
5.-
Idem Tomo 18 , pag. 19.
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