lunes, 9 de septiembre de 2024

La Página del domingo: Moral.


Por
Alejandro Sanchez

Un viejo proverbio cubano dice que; “no se puede predicar moral en calzoncillos”, y se refiere… Bueno, todos sabemos de qué va la frase.
Y más que hablar sobre aquellos que viven bajo el principio de “haz lo que digo y no lo que hago” (de los cuales andamos sobrados), quiero referirme a esos que, viviendo siempre apegados a sus principios, moral, valores y éticas, sean revolucionarias, religiosas o sociales, repentinamente, por cosas de la vida, se ven ante disyuntivas o circunstancias en las cuales su entorno no corresponde a su preparación ideológica o sus convicciones.
Por ahí alguien dirá; “algo malo hizo”. Sí, puede ser. Quizás un padre o madre se ha enfrascado tanto en sus tareas profesionales; luchando en un quirófano o laboratorio por las vidas de seres ajenos; tal vez haciendo cumplir la Ley para proteger no solo a los suyos, sino a toda la sociedad, o educando a los hijos de otros, que no ha sabido, o podido, dar el tiempo y afecto necesario a sus propios retoños.
Entonces; ¿lo hizo bien? ¿Lo hizo mal? Debió poner el “pero”, que muchos alegan para no aceptar una responsabilidad, aludiendo a tal o cual limitante, para así no correr riesgos de ser un “comecandela” que luego no dio la talla, de esos que la gente señala con el dedo y dice; “mira, tan extremista y exigente”; o “tan moralista y fino”.
¿Quién puede juzgar a alguien que valore enormemente su familia, cuando es esta quien lo va a arropar en las buenas y en las malas, en momentos en que muchas veces falla la institución, el gremio, los colegas, la sociedad?
¿Quién puede medir con justeza el dolor de un padre revolucionario y comunista, que ha luchado toda su vida por mantener este país como un lugar digno y debe ver partir a los suyos, e incluso defenderlos con el consabido; “ellos se van, pero no tiene nada que ver con política”? O peor, tener que escoger el partir ante la disyuntiva de quedarse solo.
¿Es malo alguien, o se le puede considerar como un derrotado, si le faltan las fuerzas o la vergüenza para seguir luchando de igual manera, con igual entrega, cuando cree que ha fallado, o sencillamente, las cosas no salen cómo las ha soñado, inculcado, defendido? Y mientras más fuertes son las convicciones más duro es reconocer que no puedes dar más.
Juzgar es muy fácil cuando no tenemos la moral y los principios de ver si llevamos puestos los pantalones, o vamos en ropa interior. Las consignas y los ultimátums son argumentos siempre disponibles, y quienes no tienen “peros” (o creen que no), dilemas existenciales o familiares, necesidades materiales acuciantes o presiones familiares, quienes van despojados por la vida, recurren a las exigencias muy cómodamente. Hablar del otro, sin mirarse al espejo, es un formidable aliciente para la conciencia propia.
Todos no podemos ser mártires o líderes; y estos tampoco son multitudes. Realmente son pocos quienes pasan a la Historia por sus actos de sacrificio supremo. Alguien me decía hace poco, todos los hombres/mujeres son comprables. Y puede ser verdad, solo que hay precios y precios a pagar por esas personas. Y algunos, aun así, cuando se ven ante su verdadero precio de compra, prefieren renunciar antes que venderse.
Hace poco un amigo chileno me recordaba que luego del Golpe de Estado, “cuando no quedó nada”, había que quedarse traicionando a tus amigos, o partir. ¿Quiénes fueron los cobardes en ese caso?
Tenga buen domingo, nos lo merecemos.

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