Camilo murió hace 65 años y, hoy, todavía se le sigue presentando como la imagen del cubano. Le gustaba la pelota, empinaba papalotes, trabajó desde muy pequeño y hasta “buscó futuro” en Estados Unidos. Luego que regresó de allá, expulsado como emigrante ilegal, Camilo se radicalizó, sacó esa vena luchadora (ojo que no el “luchadora”, sinónimo de jugar con la legalidad constantemente para vivir mejor que el resto), y por ahí anda su famosa foto de ficha en el Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC).
Luego la historia se la saben todos (creo y espero); México, el Granma, uno de los primeros comandantes y un desempeño en la guerrilla lleno de anécdotas; la vez que tiró al Che de la hamaca con su mula, la ocasión en la que el propio argentino lo atrapó protagonizando un improvisado programa humorístico donde andaba vestido de mujer, su competencia por ver quien tomaba antes Santa Clara o Yaguajay, y aquel chiste de que si le hacía falta ayuda a su amigo Guevara, en fin.
Y hoy, Camilo sigue siendo Camilo, un hombre que ha trascendido la historia a pesar de una presencia histórica fugaz. Eso es trascender, eso es un paradigma, eso marca un rasgo de identidad. Cualquier cosa por debajo de eso, es paja.
Filosóficamente, (y no se preocupen que será solo un desliz), la nacionalidad la definen muchísimas cosas que no son solo el simple nacimiento en un territorio determinado.
Debo advertir como jurista, que no hablo de leyes, aunque estas son (o deberían ser) expresión fiel de la política de quien detenta el poder y de cómo interpreta su uso según las circunstancias.
La nacionalidad va muy ligada a cómo asume la persona su pertenencia y compromiso con su Nación, no es mera demostración de los talentos culturales tradicionales del lugar donde naciste. En el caso de Cuba y cualquier otro país que asume un cambio social tan profundo, la nacionalidad incluso es definida por la fidelidad a ese proyecto. Y aquí terminó la parte aburrida, pero importante.
Quien desee una clase al respecto, léase un poema muy viejo que anda por ahí de un niño de 15 años llamado José Julián Martí y Pérez, titulado “Abdala”, y que muy bien podrían tomar de referencia quienes en Cuba reparten títulos de “intelectual”, “gloria de la cultura cubana”, y otros etc, a troche y moche sin p… idea de la barbaridad que están haciendo.
Que una persona juegue dominó, baile casino, hable con “asere”, “compay” o “nagüe”, le guste el congrís con macho asado, y diga que es cubano, tanto si vive en Cuba como si no, eso no lo HACE CUBANO.
Que una persona nacida en Cuba, incluso un extranjero (como un tal Ernesto Guevara de la Serna), la defienda incondicionalmente, viva aquí o no, siempre y cuando no se haya ido despotricando de este “país de mierda”, o de este “gobierno de mierda”, escupiendo al sistema que hace 65 años lo dignificó, ese… SÍ ES CUBANO.
Y ante que alguien me cuestione y piense que hablo así porque no tengo nadie afuera, tengo 18 de mi sangre en 3 países distintos. Los quiero, los adoro, pero la mayoría de ellos no tiene ni p… idea de lo que hicieron, ni de qué es ser cubano… cubano de verdad.
Como dijo Fidel; en el Pueblo hay muchos Camilos. Es una pena que no lo sean todos. Seríamos más para alzar los brazos y defender la bandera.
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