lunes, 5 de diciembre de 2022

¿Cuadrando el círculo?

                                                   Imagen tomada de Internet

  MsC. Roberto R. Dávila Cabrera.

 Hace algunos años tuve la posibilidad de leer un artículo científico con el mismo título. Me llamó mucho la atención, y su impacto dura después de tanto tiempo, aunque por contenidos muy diferentes.

 Eso me ha llevado a varias reflexiones que aspiro sean de interés pues pienso que no se agoten en un solo artículo, sino, en una serie de ellos dedicados al tema de ¿los dirigentes?, ¿los cuadros? ¿Los líderes?, ¿los influencers?, ¿los brujos de la tribu?, ¿los resuelve problemas?

 Durante mis ya largos años de vida no solo he escuchado, sino leído y estudiado muchas más designaciones y opiniones sobre los que han tenido la responsabilidad de asumir labores, misiones, tareas, encomiendas de dirigir a otros. Y no siempre buenas, claro está. De hecho, casi nunca buenas.

 Como quiero creer que hoy ya nadie me dirige (desde los nietos hasta la esposa todos lo hacen), pienso que puedo ser imparcial, o tan parcial conmigo mismo y con los lectores como quiera.

 La existencia de relaciones sociales de dirección implica o presupone, desde que ese fenómeno surgió, que el dirigido acepte de buena voluntad que lo dirijan, o que se lo impongan con fuerza de necesidad, que puede ser económica, ideológica, sentimental, u otras razones. Pero donde hay más de uno, surge esa circunstancia. La dirección es una necesidad histórica, y siempre que exista una sociedad, alguien tendrá la función de dirigir.

 El que se asuman tales funciones no quiere decir que siempre han de hacerlo bien, o como los demás quieran. Será siempre una contradicción a superar, demostrándose en la práctica si el decisor, o quienes discreparon de la decisión, tenían o no la razón. Pero los hechos no tienen vuelta atrás. Los resultados serán el factor determinante de aceptación o no de ese “jefe”, por quienes sintieron las consecuencias de la decisión.

 Conciliar voluntades, conciencias, deseos, aspiraciones de uno, varios o muchos, que es casi siempre la tarea del que asume la dirección, no es una labor fácil, y también muy ingrata y poco reconocida, ya que siempre, el que no ejerció la dirección presupone que él u otros, podían hacerlo mejor.

 Y si a ello agregamos que no solo se dirigen personas, sino medios de diverso tipo, incluidos los financieros, recursos productivos y de uso para satisfacer necesidades humanas y sociales, que todos necesitan. Entonces tendremos que estar de acuerdo en que asumir funciones de dirección es una misión, como menos, compleja.

 Si además agregamos que esa labor de dirección no es aceptada por muchos, que existen barreras, enemigos, obstáculos, montañas de intereses mezquinos, ingratitudes, sobre todo si esa labor se realiza no para provecho individual del que dirige, sino para toda la sociedad, las cosas se complican.

 En los negocios privados la cosa es algo diferente. Se es dueño, y el mismo prepara a sus hijos para que continúen dirigiendo el negocio, y si no son ellos, otros que respondan a sus intereses. Y si el propietario no es individual, sino corporativo, o social, estatal, el asunto es más complicado. En uno u otro caso, la labor de dirección sigue siendo harto difícil, pero siempre necesaria.

 A través de la historia el hombre, y también las mujeres, que no se deben discriminar tampoco en esta labor y alcanzan mejores resultados en muchas actividades, han aprendido que hay que prepararse para dirigir y preparar a otros que sean capaces de dar continuidad a esa labor tan necesaria para el individuo, la familia, la sociedad toda.

 En la Cuba revolucionaria, el trabajo de cuadros tiene antecedentes desde la etapa de la lucha por la toma del poder político, que incluye las experiencias de las diversas organizaciones revolucionarias que participaron en la lucha por el derrocamiento de la tiranía batistiana en 1959, el “Movimiento 26 de julio” y su brazo armado, el Ejército Rebelde, el “Directorio Revolucionario 13 de Marzo” y el Partido Socialista Popular.

Con el triunfo revolucionario de 1959 y el rápido proceso de radicalización de la revolución y la aguda lucha de clases derivada de la situación, la dirección revolucionaria tuvo rápidamente que enfrentar el problema de la selección y formación de cuadros para dirigir todas las esferas de la sociedad, en una compleja situación creada, donde incide la salida del país de los cuadros que respondían a los intereses de la burguesía nacional y del imperialismo.

En los primeros años de Revolución, se desarrolló un intenso trabajo de selección, preparación y formación de cuadros, bajo la certera dirección de Fidel y de otros dirigentes revolucionarios, entre los que se destaca el Comandante Ernesto Che Guevara.

El Che desarrolló un armonioso sistema de trabajo de cuadros, avanzado para el momento histórico en que lo aplica, y que hoy mantiene validez en su esencia y forma parte de la experiencia histórica de la revolución en la aplicación de la actual política, en nuevas y difíciles circunstancias para el país y la revolución.

La vida me dio la oportunidad de aprender e investigar este tema en la sociedad cubana, pero fue necesario incluso hacerlo en relación con otros países, entidades privadas de diverso tipo, para conocer cómo en esos lares se enfrentan y resuelven estos asuntos. Después he dedicado parte de mi vida a seguir el tema con mucha atención.

 Pude elaborar y publicar algunos trabajos, pero nunca me alcanzaba el tiempo, como ahora sí, para reflexionar sobre mis experiencias y poderlas compartir con quienes lo deseen, para multiplicarlas y que sean de utilidad individual o social.

 Primero debemos referirnos a las designaciones porque en Cuba, después del triunfo revolucionario al irse del país, siguiendo a sus patrones, quienes ejercían esas tareas de dirección, fue necesario comenzar a buscar sustitutos entre los hombres y mujeres con más alto nivel cultural, experiencia productiva, o por lo menos, que conocieran algo sobre la tarea que se le iba a asignar, para no paralizar un país en plena efervescencia revolucionaria.

 No siempre se encontró lo ideal, sino lo real, lo que se tenía, con nivel cultural o no, con experiencia o no, pero con disposición y deseo de ayudar, de aprender y de contribuir a que el país no paralizara su economía bajo ningún concepto. Los combatientes de la Sierra, del llano, de la clandestinidad, de la emigración, asumieron múltiples tareas y no alcanzaban para todo lo que se requería. Era una tarea masiva, y requería una solución de masas. Así de  sencillo, aparentemente.

 Era mayoritario y común entonces, encontrar en puestos claves de una empresa, fábrica, territorio, ministerio, a muchos “designados de dedo”, con niveles culturales que a veces no llegaban al sexto grado.

 Después llegó la ayuda del exterior, asistiéndonos en el proceso de formación cultural, técnica y profesional de la fuerza de trabajo de la Revolución, tanto en Cuba como en otros países.

 Hay recordar estos antecedentes, porque en esa etapa y algunas posteriores, para que muchos estudiaran y se prepararan, otros muchos más, tenían que dejar de hacerlo porque había que defender la Revolución de los enemigos de adentro y de afuera, también producir, garantizar que el país siguiera funcionando.

 La Revolución, sus principales dirigentes, no hablaron mucho sobre estos hechos. Era muy natural y necesario que se garantizara el estudio y la formación profesional a todos, porque para eso, entre otras muchas cosas, se hizo la Revolución.

 Pero lo cierto es también que muchos de los que recibieron ese logro revolucionario de poder estudiar y hacerse un profesional, no siempre conocieron y reconocieron ese sacrificio de muchos que tuvieron que postergarlo o no poder hacerlo nunca.

 En esos años iniciales, no existía documento alguno sobre política de cuadros, aunque en la práctica cotidiana si se hacía ese trabajo. En 1975, 16 años después del triunfo revolucionario, el Primer Congreso del Partido aprobó la Tesis y Resolución sobre la Política de Cuadros del país. Y solo siete años después, en 1982, se firmó por primera vez por el Comandante en Jefe, el Decreto-Ley 82, sobre la política de cuadros del Estado y el Gobierno, así como su Reglamento, aprobado en 1984. Su implementación fue lenta y complicada, como era de complejo el sistema de procedimientos aprobados para aplicarla, lo que implicó que no siempre se cumpliera adecuada y correctamente, y al final fue necesario aprobar otras leyes y procedimientos y derogar ese decreto ley por otros, los Decretos leyes 251 y 196, que se integraron en un solo documento, vigentes a partir del 15 de Octubre de 1999.

 Existieron otros muchos documentos, incluido “El Partido de la Unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos”, aprobado en el V Congreso y los Informes Centrales de cada uno de los congresos partidistas realizados, además de documentos regulares del trabajo cotidiano del PCC.

El problema del trabajo de cuadros, de dirigentes, de profesiones que obligatoriamente requieren de la labor de dirección, en el mundo contemporáneo, preocupa y ocupa a todos. No es privativo de nuestro país. Por ello se han desarrollado variadas concepciones políticas, ideológicas, técnicas, organizativas, metodológicas, en su tratamiento teórico y práctico.

Ello se debe, entre otros factores que podemos enumerar, a que cuando se habla de política de cuadros, en esencia se está abordando el asunto de quién o quienes ejercen el poder, de qué forma se participa en su ejercicio, con que cuota de ese poder se cuenta, de qué manera pueden las personas, los trabajadores, los dueños de los medios, incorporarse al sistema de ejercicio de ese poder.

En otros lugares del mundo ello se realiza sobre bases y principios diferentes a los que se utilizan en Cuba, con objetivos también diferentes, ya que aunque se pretende negarlo, esos cuadros deben defender los intereses de las clases privilegiadas. Por tanto, enfrentar y resolver el trabajo de cuadros decide muchas veces no solo el presente, sino también el futuro, la continuidad en el desarrollo de la obra humana, la continuidad de la existencia de un determinado sistema político, económico y social.

En el caso de la política y el trabajo de cuadros, aun cuando existen conceptos generales, válidos para todos los organismos que componen el sistema político de nuestra sociedad, en su aplicación se reflejan diferencias y matices que son imprescindibles tener en cuenta. Por ejemplo, el acceso a un cargo de dirección en el aparato estatal no es similar al de uno en el Partido, o en el Poder Popular.

Podemos encontrar en la literatura científica, y también en la popular o la especializada, diversas definiciones, en las cuales se refuerza uno u otro matiz que se desea destacar desde el punto de vista político, técnico organizativo, de dirección, u otros.

Para el caso de un cuadro dirigente del Partido Comunista de Cuba, no basta con exponer los elementos técnico organizativos o de dirección, aunque es reconocido que la actividad fundamental del cuadro es dirigir a otros, pero las formas y métodos con que éste debe realizar su actividad dirigente requiere de otros elementos diferentes a los que requiere un cuadro dirigente administrativo o técnico.

El Che, en su artículo Discusión colectiva, decisión y responsabilidad única”, publicado en la revista “Trabajo”, en 1961, refiriéndose a los cuadros administrativos, expone lo siguiente:

“Aunque el individuo humano no puede encasillarse dentro de moldes rígidos donde se clasifiquen sus méritos separadamente y se sumen aritméticamente los números de clasificación parcial para dar el total, pues es un todo, se puede decir que el director de empresa o fábrica será inmejorable cuando conjugue en sí el interés por el desarrollo de la clase obrera y del país en general y el triunfo particular de su centro de trabajo; la coordinación con todos los organismos revolucionarios y la decisión y autoridad para resolver por propia responsabilidad los problemas planteados; sepa elevarse a tanta altura administrativa que le permita abarcar en su conjunto la producción y bajar al trato personal y directo con las masas; sepa mandar objetivamente por sus conocimientos, pero también hacerse seguir por su ejemplo, conozca la teoría de la planificación y sus problemas y la tecnología de su centro de trabajo; cuando haya superado los niveles intelectuales medios y siga aprendiendo constantemente, pero se sienta miembro de la clase obrera y a ella recurra para obtener experiencias; cuando sea capaz de olvidarse del más mínimo interés personal, de anteponer el cumplimiento de las leyes y los deberes revolucionarios a la amistad personal; cuando sepa valorar a los individuos por los hechos objetivos y totales y no por aspectos de su personalidad o sus palabras, cuando una a la más grande disciplina administrativa, la audacia e iniciativa revolucionaria; cuando coopere al desarrollo técnico y político de la clase obrera dando las mayores facilidades a los trabajadores para el estudio, cuando haya aprendido definitivamente que las grandes verdades científicas del movimiento revolucionario deben ser completadas por el trabajo constante y objetivo, teniendo en cuenta siempre la realidad y trabajando sobre ella con el arte de la teoría.

Teoría y práctica, decisión y discusión, dirección y orientación, análisis y síntesis, son las contraposiciones dialécticas que debe dominar el administrador revolucionario”.

Esta definición del Che, aun cuando responde a un momento histórico concreto del desarrollo de la Revolución, y está referida a un cuadro administrativo del Estado revolucionario, abarca no solo aspectos técnico organizativos y de dirección, sino que hace hincapié en primer lugar, en elementos de carácter político ideológicos y en sentimientos que deben caracterizar al cuadro revolucionario.

 En el acto central por el XX Aniversario de la caída en combate del Comandante Ernesto Che Guevara, el compañero Fidel señalaba:

“Si hace falta un paradigma, si hace falta un modelo, si hace falta un ejemplo a imitar para llegar a esos tan elevados objetivos, son imprescindibles hombres como el Che, hombres y mujeres que lo imiten, que sean como él, que actúen como él y se comporten como él, en el cumplimiento del deber, en cada cosa, en cada detalle, en cada actividad;  en su espíritu de trabajo, en el hábito de enseñar y de educar con el ejemplo; en el espíritu de ser el primero en todo, el primer voluntario para las tareas más difíciles, las más duras, las más abnegadas, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a una causa, el individuo que se entrega en cuerpo y alma a los demás, el individuo verdaderamente solidario, el individuo que no abandona jamás a un compañero, el individuo austero, el individuo sin una sola mancha, sin una sola contradicción entre lo que hace y lo que dice, entre lo que practica y lo que proclama, el hombre de acción y de pensamiento que simboliza el Che”.

Como dijo Fidel, el Che constituye el ejemplo a alcanzar, y aunque se caracteriza por un imprescindible conjunto de cualidades y características, la mayor aspiración de un cuadro de dirección debe ser lograr en sí mismo, a través de un sistemático trabajo de auto formación gradual, tales virtudes.

Intentamos exponer algunos conceptos generales, sobre los cuales se edifica la teoría relativa al tema. Este no es una cuestión lineal y sin escollos, exenta de contradicciones, o por lo menos, con puntos de vista diferentes, según sea el área de trabajo, las fuentes bibliográficas, las experiencias prácticas, los puntos de vista que se asuman al respecto.

Es una forma de comenzar a “cuadrar el círculo”, o de perfeccionar uno de los puntos críticos del socialismo, porque, como dicen en el béisbol, la pelota es redonda y viene en caja cuadrada. Esta es, mi introducción al tema.


 Imagen tomada de La Demajagua

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