jueves, 1 de diciembre de 2022

Cómo son las cosas cuando son del alma: La Contradicción, Crónicas y la Prensa.


  Alejandro Sánchez

Hace mucho que pensaba escribir sobre el tema del sistema de medios de comunicación en Cuba, pero una y otra vez me rehusé a hacerlo. Algunos acontecimientos me impulsaron a acometer tal tarea a riesgo de que alguien salga a buscarme por ultrarevolucionario. Pero lo hago para aportar algo a un grupo de amigos, esos que más me leen, porque no soy de los que trascienden búrbujas, como bien dijo uno de nuestros intelectuales expreso.
Antes de empezar, y sin querer ser extenso, porque en redes, y para los lectores modernos, no deben superarse las 500 líneas; ¡Qué mal la pasaría Carpentier con esas normas!, debemos clarificar un par de conceptos y es lo único que voy a escribir textual, el resto será a memoria.
Contradicción: Acción o efecto de contradecir o de contradecirse. Negación y afirmación que se enfrentan una a la otra y recíprocamente se destruyen. Hechos o palabras que incluyen discordancia. Oposición formal con alguna persona o cosa. En lógica, una contradicción es una incompatibilidad entre dos o más proposiciones.
Crónica: Las crónicas periodísticas son una variedad dentro del periodismo literario, en el que se narra un acontecimiento de manera cronológica y detallada, ofreciendo una valoración informativa de los hechos. Es el género periodístico más complejo por tratarse de un género híbrido que combina factores en su producción –narración, descripción, comentario y diálogo- y exige una triple tarea del periodista: la de informar, formar y entretener.
Pues sí, la Crónica es un género periodístico más, como lo es la Nota, el Reportaje, la Entrevista, etc. Amén que todo el periodismo pudiera considerarse literatura, es la crónica el género que más se le parece. En ella el periodista transmite una noticia, comunica un suceso, resume un hecho de manera clara, entendible, aun cuando lo haga viscéralmente y con pinceladas de color.
Dos periodistas de la media, como el Gabo y Hemingway, lograron ser eminentes escritores, por lo que, contradictoriamente, recibieron Nobel por su obra literaria, y no un Pulitzer por su quehacer periodístico.
Una querida amiga me recordaba, hace apenas horas, que el periodismo es una construcción social, y coincidí con ella. Es cierto. Un artículo periodístico termina siendo un andamiaje donde se refleja el cómo, el por qué y el para qué de la experiencia de vida y en sociedad de quién lo redacta.
El periodismo como construcción social y el derecho a exhibirlo como prerrogativa para un producto comunicacional X, no se puede limitar solo a hablar de la subjetividad del periodista, como si fuera un ente ajeno a cuanto le rodea, o como si su realidad debiera ser aceptada o entendida por todos.
Debemos asumirlo también desde sus motivaciones, formación cultural, académica y en valores, desde las propias e infinitas subjetividades de sus potenciales lectores, que no tienen porque ser el público meta al que está dirigido el medio en el cual escribe, máxime cuando el soporte es digital en los tiempos que corren. Así mismo, esa construcción social alude también al contexto social histórico que se vive, algo esencial para cualquier análisis marxista.
El periodismo, y especialmente el periodismo revolucionario cubano, el que se debe hacer desde el sistema de medios de comunicación cubanos, no puede ser una construcción social abstracta, desligada de la realidad o atada a una única realidad, a una realidad individual.
Debe tener en cuenta, ante todo, que está para comunicar a inmensas mayorías, no para élites, no para adeptos, o incondicionales, para eso está la literatura, porque esa minimización del alcance de la obra periodística en cumplimiento de su deber social, sería una contradicción. La prensa debe llegar a mayorías, dialogar con ellas.
El periodismo que se debe realizar desde los sistemas de comunicación en un país en construcción Socialista, es un medio para ejercer la voluntad de la clase social en el poder, lo cual en Cuba signífica el Pueblo, o al menos las instituciones, organismos y organizaciones que lo representan. ¿Qué no lo hacen? Eso es discutible, pero entonces quien alegue eso tendrá que tomar partido y no precisamente por el Partido.
Cuando un directivo de los medios de prensa cubanos, comienza una intervención diciendo: “Esto puede parecer una contradicción…”, debería saber que, semánticamente, está exponiendo una contradicción. Sí, acto seguido, pretende excusar a los jóvenes que colaboran con los medios c/r o “independientes”, pues fueron “practicamente empujados” a ese destino por obra y gracia de la delicada situación en recursos de nuestros medios, los escasos salarios y el control del Partido sobre las agendas editoriales, evidentemente cae en una flagrante contradicción.
El “periodismo de vitrina”, como diría un amigo mío que debería defender a rajatabla la agenda política, es una contradicción en una sociedad socialista. No se entiende una prensa socialista acéptica, que no sea militante, comprometida. Por lo tanto, también es una contradicción que algunos periodistas, incluso versados en el entramado ideológico contra Cuba, hablen de periodismo “objetivo” en este país.
No existe el periodismo objetivo, no existe el periodismo sin agenda política, como no existe agenda pública alienada de la agenda política y viceversa, y mucho menos en Cuba. Eso es una desfachatez conceptual y… eso mismo, una contradicción. Pretender en Cuba, desligar la llamada agenda pública y editorial, de la política es como decir que nuestro Estado y Partido no sirven a los intereses del Pueblo. Los invitó a que sean coherentes y digan si es así.
Desde 1987, la Política Comunicacional establece, en esencia, que la agenda editorial la determinan los directores de medios, y que en caso de duda, procede publicar antes de consultar. Decir que eso que aprobó el Partido lo violó el Partido, es otra contradicción.
Simplificar el tema culpando a las instituciones políticas, es mínimo una irresponsabilidad, o un reflejo condicionado que no se corresponde con toda la realidad. Generalizar esa excusa, venderla como la verdad absoluta, al punto de que las nuevas generaciones de periodistas se crean eso a pie juntillas, como se creen que la prensa en Cuba es mala, es denigrar el trabajo de miles de periodistas, de muchas emisoras municipales, plataformas digitales, y los primeros que deberían oponerse a eso son los propios periodistas y sus directivos.
Por supuesto que los periodistas tienen que ser conscientes de que hay cosas que no deben publicarse, o que deben ser muy bien tratadas al hacerlo. Si no fuera así, el profe Julio García no hubiera acuñado el término de la famosa “autoregulación”. Antonio Moltó, Roger Ricardo, y el propio Julio, tocaron durante horas esos temas en jornadas que disfruté.
Así como es una contradicción achacar los problemas de la prensa cubana solo a la cuestión de la acción partidista y de los funcionarios políticos que la atienden, lo es también creer que un nuevo modelo de autogestión económica de los medios, va a resolver problemas profesionales, de formación, o incluso de falta de formación, entre otros.
Nuestra prensa nunca tuvo grandes recursos y, contradictoriamente, su época de mejor esplendor, económicamente hablando, fue la de los años 80, cuando la URSS destinaba millones para su mantenimiento y el papel conque se imprimían nuestros periódicos y revistas. Fue esa misma época de la sovietización, el burócratismo, la estatización, cuando se dice que comenzó a pesar la agenda política más que la agenda editorial y pública.
La propuesta para una nueva forma de gestión de la Prensa pretende resolver los problemas de esa profesión, garantizar su excelencia, convirtiendo la prensa socialista en una “actividad mercantil”, los medios en empresas que cobren por lo que publican, una contradicción jurídica y política por demás, o por el pago de publicidad.
Los periodistas que ya hacen publicidad en sus perfiles personales a negocios privados, o que en la propia televisión nacional opinan que debería entregarse a manos privadas un recurso tan banal… digamos como… la energía, son la avanzada de esa “nueva prensa socialista” al costo. Es seguro que nunca la publicidad de un negocio privado, de cuyo aporte dependerá el salario de ese periodista, desplazará de la primera plana la cobertura al inicio del curso escolar, por ejemplo.
Además, el Estado que financiará ese experimento, no podrá después intervenir en las agendas editoriales, ni en el nombramiento de los directivos de los medios pues, como ya quedó claro, su acción en ese sentido es la culpable de la actual situacíón. Parece que esa intervención data de cuando Fidel cruzaba a “Granma”, antes “Revolución”, a discutir la plana del día siguiente. Otra contradicción.
Solo este año, la prensa cubana hizo magníficas coberturas a los hechos en el Saratoga, la Base de Súper Tanqueros y en Pinar del Río. Ninguna de esas coberturas necesitó el concurso de una MiPyme o cortar su transmisión para dar publicidad a la Fashion donde se visten los artistas del momento.
No sé cómo se vería que ese camarógrafo de Matanzas que sufrió quemaduras, desde la camilla del hospital sacara una botella bien etiquetada y en pose dijera: “El fuego fue intenso, pero con Pepe’s Jugo me refresco”.
Pido mil disculpas a todos los dolientes por este cínico ejemplo.
Es muy difícil hacer periodismo en Cuba, siempre lo fue. Que existe el “periodismo de vitrina”, es verdad. Que es difícil lidiar con algunos funcionarios políticos, claro que sí. Habrá que educarlos a ellos también. Que hay falta de recursos, por supuesto, pueden llegarse a “Granma”, órgano oficial del Partido, pero las redacciones periodísticas no son las únicas con esos dilemas, ni son los periodistas los únicos que se sobreponen a eso.
Las soluciones son varias, diversas, pero no creo que ellas incluyan culpar de todo al Partido y buscar un periodismo subliminal, artístico, mercantil, “objetivo”, con fórmulas facilistas enseñadas del periodismo occidental que se imparte hoy en las facultades y por profesores que algunos ni son comunicadores.
Debemos aceptar el reto de hacer un periodismo socialista que garantice la continuidad del proceso revolucionario, que sea la conciencia crítica de la sociedad ante lo mal hecho y que tome partido con el Partido.
Quizás entonces algunas crónicas sean menos incomprendidas y a mí no me tachen de ultrarevolucionario por decir estas cosas.

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