Una de las imágenes para la campaña en uno de los sitios del State Department...
Por Dqva Jaime
El Departamento de Estado de EE.UU., a través de su Oficina para el Hemisferio Occidental, inició el pasado 21 de julio una nueva campaña comunicacional contra Cuba y Venezuela. Diseñada para erosionar sus sistemas políticos y justificar medidas coercitivas, la operación comenzó con un artículo titulado "Los regímenes cubano y venezolano priorizan a los funcionarios sobre los ciudadanos", publicado en el portal de dicha oficina. Este texto emplea narrativas prefabricadas dirigidas a audiencias específicas, cuyo eje central es presentar a ambos gobiernos como únicos responsables de las dificultades que enfrentan sus pueblos.
La campaña se dirige estratégicamente a cuatro audiencias clave.
En primer lugar, a la población cubana y venezolana, buscando generar descontento social mediante el contraste entre supuestos "privilegios de las élites" y las carencias populares.
En segundo lugar, a la comunidad internacional, con el objetivo de justificar la imposición de sanciones y promover el aislamiento diplomático de ambos países.
En tercer lugar, a los inversores extranjeros, intentando desincentivar relaciones económicas (especialmente con Cuba) al enfatizar narrativas de "corrupción" y "riesgos".
Finalmente, a los medios de comunicación, a quienes provee narrativas prefabricadas para facilitar su replicación masiva.
El núcleo discursivo de la campaña, sintetizado en la matriz "Dictaduras corruptas auto-destruyen sus economías", impone cuatro premisas falsas: que las crisis económicas son autoinfligidas y no consecuencia de las sanciones; que ambos gobiernos son cleptocracias; que las inversiones estatales solo enriquecen a las élites; y que se requiere intervención externa como "solución". Este relato niega sistemáticamente el impacto de las medidas coercitivas unilaterales y la soberanía de ambos países.
Entre los elementos retóricos clave destacan el uso de contrastes élite/pueblo mediante imágenes como "turistas en resorts vs. niños sin leche" para generar indignación moral; la utilización de estadísticas manipuladas que otorgan apariencia de rigor técnico mientras promueven la teoría del "colapso planificado"; y la deslegitimación política a través de términos como "régimen no electo" para negar soberanía popular, reforzada por el vínculo entre Cuba y Venezuela presentado como un "eje del mal".
Esta campaña, que se encuentra en plena ejecución, propone como eje final una "solución" externalizada al insistir en que "la comunidad internacional debe exigir responsabilidades", con el triple propósito de:
1) fracturar el apoyo interno en ambos países,
2) aislarlos diplomáticamente, y
3) paralizar sus economías mediante el bloqueo de inversiones.
Dicha estrategia busca legitimar la injerencia bajo narrativas geopolíticas construidas artificialmente, las cuales evidencian cómo se instrumentaliza una supuesta preocupación "humanitaria" para justificar medidas coercitivas.
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