Por Roberto R. Dávila Cabrera
En primer lugar, porque es un tema largamente trabajado por los enemigos de los movimientos revolucionarios y las revoluciones, que se manipula y tergiversa constantemente a través de todos los medios y vías posibles, para tratar de confundir a los revolucionarios y a los pueblos sobre sus verdaderos intereses. Y a veces lo han logrado.
Recordemos solamente la etapa de la perestroika, el desmerengamiento, la destrucción y caída del sistema socialista europeo, donde una de las consignas predominantes fue: más democracia para más socialismo.
La historia se encargó de demostrar una vez más que era lo contrario, que era necesario tener más socialismo para que existiera realmente más democracia.
Quiero dejar sentado, el carácter clasista que en esencia acompaña a los conceptos, tengamos o no conciencia de ello. Y el concepto democracia desde su surgimiento, sea en Grecia u otro cualquier lugar de este mundo nuestro, nació como resultado de relaciones y contradicciones de clase relativas al ejercicio del poder, fuera económico, político, militar, ideológico, social, cultural.
Porque en la definición se dice que es poder del pueblo, pero nadie aclaraba, no lo consideraban al parecer necesario, que el concepto pueblo para los griegos y otros países de esa etapa histórica, excluía de hecho la mayoría de la población, a los que no ejercían poder, porque eran esclavos. O por lo mismo, objetos con los cuales sus dueños podían hacer lo que quisieran, hasta quitarles la vida.
El tema ha sido abordado en profundidad por los fundadores de la teoría revolucionaria, pero su obra teórica y práctica después del derrumbe está unida también a las acciones de descrédito provocados por el enemigo o el propio fenómeno de la caída del sistema y sus consecuencias políticas.
Un segundo aspecto que obliga a tal análisis es el propio concepto aplicado por nuestra parte, por los revolucionarios en Cuba, o por no tan revolucionarios, porque hay que tener en cuenta que en el país no existen solo revolucionarios sino también quienes no lo son, tengan conciencia o no de ello.
Y esencial y muy importante, si las tendencias de desarrollo económico social y cultural que se desarrollan en el país tienden o no a que exista más o menos democracia, mas o menos socialismo, con independencia del reflejo teórico que se adquiere a través del conocimiento y el estudio sistematizado en los centros encargados de garantizarlo institucionalmente, que no es lo mismo que la propaganda, la comunicación, la divulgación, las consignas políticas e ideológicas, sea a través del Partido, las organizaciones, el sistema político, los medios de difusión, nuestros o del enemigo.
En distintos eventos partidistas, en documentos rectores, en programas y planes de acción, el Partido Comunista de Cuba ha abordado el asunto a través del tiempo. Recordemos, por ejemplo, el documento aprobado en el V Congreso, “El Partido de la unidad, la democracia y los derechos humanos que defendemos”, de carácter programático, que ya ni se menciona.
Se ha llamado a que el Partido sea cada vez más democrático, ya que es el único reconocido por nuestro sistema ante el hecho de que existen otros proclamados, pero que representan y defienden los intereses de los enemigos de nuestro pueblo, sea cual sea el disfraz y la manera de decir.
Pero si el Partido Comunista de Cuba es único, si es el Partido de todos los cubanos, sean o no militantes de ese Partido, tienen que crearse condiciones para hasta los que disienten de nuestro quehacer revolucionario tengan donde expresarse, dar sus opiniones, estar en contra, como ejercicio político con todos los derechos que la Constitución aprobada por casi todos los cubanos da a cada ciudadano.
Porque el asunto nunca ha sido de cuantos partidos existen, si la sociedad es o no multi o pluripartidista, que exista un solo Partido, eso históricamente es falso, una verdad a medias, puesto que siempre ha existido el Partido de la Revolución, y los partidos de la contrarrevolución, que legalmente nadie en su sano juicio ha de reconocer a sus propios enemigos, a no ser para destacar precisamente lo que han sido y son, contrarrevolucionarios.
Martí creo un solo Partido para hacer la revolución, un partido creado para cumplir ese objetivo, nadie lo pone en duda, o es difícil hacerlo, pero no olvidar que hubo en ese entonces otros partidos, reformistas a favor de la metrópoli española, o la tendencia a favor de incorporar a Cuba como otro estado de la Unión Americana, los anexionistas, que por temor a la independencia de los esclavos preferían ser parte de los Estados Unidos, y el Partido de las mayorías, de los explotados, de los sin tierra, de los esclavos que se debían redimir a través de su lucha, los independentistas, que hicieron suyo ese Partido creado por Martí, sin tener que ser orgánicamente militantes de esa organización, aunque lo fueran ideológicamente. Muchos incluso se incorporaron a la lucha independentista sin tener porqué saber que existía ese Partido Revolucionario Cubano creado y liderado por el Apóstol y Héroe Nacional de Cuba.
Y puede existir democracia, como en cualquier país de este mundo, sin que ella sea socialista, que para nosotros es el pollo del arroz con pollo. En algunos países siguen existiendo reinos, reyes, príncipes, princesas, sólo que ahora son “democráticos”. Y hay muchos tipos de democracia, pero con todo tipo de apellido. Y por eso no es error hablar de socialismo cada vez más democrático o de democracia socialista.
La realidad en desarrollo se transforma, cambia, de manera más o menos acelerada, en dependencia de las propias acciones del hombre para hacerlo. Y en Cuba ya hace algunos años hemos aprobado la coexistencia de la propiedad privada acompañando la propiedad social, y eso deriva consecuencias en el tiempo.
Ya la democracia socialista que desarrollamos en solitario, sin otros acompañantes, no vive y se desarrolla sola, convive con otras formas de democracia, que de hecho no pueden ser socialistas, porque la propiedad privada no engendra tal tipo de democracia.
Entonces no se debe ser ingenuo y desconocer las tendencias que se desarrollan como consecuencia de las propias acciones conscientes de los hombres. Y la democracia que se engendra y desarrolla por relaciones sociales capitalistas, podrá convivir con la democracia socialista, hay ejemplos, pero nunca podrá ser socialista.
En conducción política de una sociedad en desarrollo, en guerra con el enemigo más poderoso de la humanidad en los momentos actuales, es necesario no perder de vista tal asunto.
En la Cuba de hoy y de mañana, hay que luchar porque exista siempre más democracia socialista, demostrando que es superior a cualquier otra forma de democracia que se engendren como consecuencia de los cambios que los propios revolucionarios realicemos.
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