Por Alejandro Sánchez
Ahora mismo hay poco más importante en Cuba y por tanto, tres cuestiones son determinantes antes de cualquier comentario.
Una es recordar que el programa no es nuevo. Tiene un desfase en el tiempo y están ocurriendo hechos que debieran estarse discutiendo y debatiendo por la población en este instante y ya se están ejecutando. ¿Las echarás atrás si la consulta popular no está de acuerdo?
Segundo, no llamemos distorsiones a errores y menos a las consecuencias lógicas de la aplicación inadecuada y soñadora de las leyes del mercado de tipo capitalista en una sociedad socialista.
Por último, se hace una cobertura mediática donde todo parece estar perfecto, donde se llama más a apoyar, en otro nuevo llamado a la Unidad acrítica, y no al debate.
Si el plan ya se está ejecutando y todo está bien ¿para qué discutirlo? ¿La opinión del pueblo realmente cuenta?
Da la sensación de que si no hubiera ocurrido lo del ex-ministro Gil (y ya esto es suficiente para lanzar una sombra de duda sobre el dichoso programa), y cuestionamientos populares, nunca hubiera existido la necesidad de discutir el documento.
Nada de esto ayuda a la credibilidad de nuestro Estado.
Dicho lo anterior, aunque es el Partido quien convoca al debate; el programa no debería ser "solo del gobierno", sino un proyecto que ponga de relevancia la dirección partidista de la sociedad como está consignado en el Artículo 5 de la Constitución.
El Partido no puede ser mencionado como un actor más y tanto la Seguridad Nacional, como el punto de Defensa, pasan por esa condición. Porque lo anterior dejaría dilucidado, ¿cuál es el modelo socialista al que nos referimos y se propone? Pero claro, no está.
Decir socialista y democrático es una dicotomía, al igual que socialista-próspero y sostenible.
El socialismo es todas esas cosas por definición. Pero eso solo se sabe cuando existe teoría revolucionaria, entonces también entiendes qué son: concentración de capital, maximización de ganancias, control del sector privado de la cadena de pagos, desbalance de la rentabilidad estatal contra ganancia del sector privado, alteración del carácter de clase del poder económico mediante el aumento de formas de producción no socialistas, etc...
El programa debió de ser precedido por un diagnóstico y una declaración de principios y objetivos, ante todo, políticos. Ni la economía, ni las ciencias jurídicas son apolíticas, por el contrario, muestran el balance de las relaciones de poder, y que Cuba primero establezca que socialismo queremos es definitorio para aprobar o ejecutar cualquier plan económico que sea coherente con la Economia de Guerra que tanto mencionamos y no puede ser un simple slogan para bajo la influencia de la Teoría del Shock, apurar la aprobación de cualquier cosa que en su sano juicio este pueblo no admitiría. Aquí no cabe la fórmula de "matarme para que no me maten".
No podemos permitirnos más "distorsiones".
Esa es la alta responsabilidad de quienes nos dirigen hoy.
Seguiremos comentando sobre el tema.

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