Una de las causas de la destrucción del Imperio Romano fue el surgimiento de un nuevo sistema político y socio-productivo, en el cual; gracias a mejoras en los medios de producción, se hizo inservible aquel gran poder centralizado; ciertos patricios adquirieron más poder e independencia y no se precisó que los esclavos fueran tan esclavos. Nació el señor feudal y con él, nuevas concepciones del mundo, avances en algunas cuestiones y retroceso en otras, nuevas culturas, ideas, religiones, oscurantismo…
Básicamente el feudalismo era un señor (rey, duque, conde, abad…) dueño de una extensión de terreno donde todo le pertenecía, incluso los seres humanos y cobraba un tributo por el uso de sus bienes.
La Nube, el mundo virtual, con sus ciervos y peces digitales (apps), sus sembrados (software de gestión de datos o de ingeniería, IAs), y otros bienes (buscadores, redes sociales, webs, etc) es el feudo de un Señor (Musk, Zuckerberg, Bezos, Sundar Pichai, Tim Cook, Sam Altman), al que todos le pagamos por el uso de sus propiedades. Eso básicamente es el Tecnofeudalismo, según Yanis Varoufakis, ex ministro de Economía de Grecia.
El mundo virtual es tan importante que incluso las grandes transnacionales financieras, armamentistas, farmacéuticas, gobiernos enteros, son “vasallos” de esos señores feudales. Para vender sus mercancías tienen que estar en ese mundo virtual, usar los “caminos reales” que lo cruzan y promocionarse a través suyo.
¿Es posible? ¿Existiría este nuevo sistema de relaciones socio-económicas, o es solo una fase más del capitalismo?
¿Importaría mucho acaso?
El tecnofeudalismo no depende tanto del concepto espacio-temporal y hasta filosófico de La Nube, si no de la existencia material de un avance tecnológico creado por el capitalismo: el microprocesador. Y el hecho de que existan “señores tecnofeudales”, es solo la materialización de unos de los rasgos más característicos del capitalismo, descrito por Marx: la tendencia a la cada vez mayor concentración de capital. Así de sencillo: tipos con mucho dinero que invirtieron en algo que les daría mucho más dinero.
Por tanto, seguimos estando ante el capitalismo más puro y duro, solo que adaptado a nuevas formas de explotación del ser humano. Sí, porque también anunciado por Marx, el capitalismo promueve la mercantilización de todo, incluso del propio ser humano y no solo por la venta de su fuerza de trabajo, sino también de sus sueños, esperanza, de su conciencia e ideas como mercancía, y aquí tendríamos que tocar conceptos como enajenación y hegemonía, que quizás Marx y Engels solo esbozaron, pero Lenin, y luego Gramsci, desarrollaron mucho más.
Y todo esto, sobre todo lo de la cada vez mayor concentración de capital me lleva a conversar de otro concepto, el Desarrollismo.
En esencia sería que, según Marx, un nuevo modo de producción y una nueva sociedad no podría surgir sino hasta haber superado la anterior en su máxima expresión y desarrollo de sus contradicciones. Explicado más sencillo: para que pueda existir el socialismo primero hay que ser todo lo capitalista posible.
He aquí que Lenin explicó algo que Marx no pudo ver y es la capacidad del capitalismo de absorber sus propias contradicciones y así conjurar, no solo sus crisis periódicas casi hasta el infinito, sino también a las fuerzas revolucionarias la posibilidad de un cambio social, mediante la represión (Alemania), o con la enajenación (Francia, Reino Unido y Estados Unidos).
En definitiva, las contradicciones necesarias (ideales o no) para iniciar procesos socialistas se dieron en Rusia, China, Cuba, Corea, Chile, Venezuela, entre otros ejemplos; países los cuales ninguno era una potencia capitalista.
Existen mayoritariamente dos corrientes entre los desarrollistas, especialmente en Cuba. Se les podría decir a unos “los puristas”, los cuales solo creen en Marx y a quienes después se han dedicado a teorizar, pero llegan a rechazar a Lenin y su aplicación práctica de la teoría y el decursar del experimento soviético. Otros, podrían catalogarse de “pro-chinos”, quienes incluso reconocen el aporte de Lenin pero, pretenden aplicar a todo experimento la fórmula china.
Ambos coinciden en algo:
Al considerar que el experimento soviético, cubano e incluso venezolano, no han sido exitosos por no aplicar las fórmulas desarrollistas o sea, no han sido dialécticos, incurren en el mismo comportamiento dogmático que critican.
Lo otro en común es que ambas tendencias obvian algo, o les importa nada el hecho de que el desarrollismo, tanto chino como vietnamita (incluso hasta el norcoreano con sus características muy específicas), fue llevado a cabo sobre bases y sociedades que podían asumir el impacto de las políticas económicas de mercado: reducir o pausar las políticas de bienestar social a costa de disparar el desarrollo económico.
Los análisis que defienden los “teóricos” del Desarrollismo se desmoronan por sí solos ante la tesis de los expertos en el tema; los chinos. Textualmente, en cada encuentro de trabajo con ellos, te dicen lo mismo: el modelo chino solo puede ser aplicado en China. Por eso lo llaman; socialismo con características chinas. No tiene misterio.
¿Y qué puede ofrecer el desarrollismo para Cuba?
Depende.
Lo primero es ignorar el dogma del liberalismo disfrazado de dialéctica y regresar a la “práctica dialéctica del dogma” por decirlo de alguna manera.Por ejemplo, las tendencias privatizadoras. Y aquí aclarar a cierto economista: Fidel no privatizó el níquel, ni los hoteles, el tabaco o el ron, y mucho menos se está privatizando la producción de arroz. Es muy negativo usar facilismos y generalizaciones a la hora de expresarse, sobre todo cuando alguien es una “autoridad” o lo creen tal cosa, puede crear falsas percepciones de la realidad. Especialmente cuando su integridad ideológica tiene más fallos que la Tarea Reordenamiento.
La privatización, una fórmula capitalista per se, no es garantía, ni de eficiencia, ni de desarrollo. Solo basta con ver lo que ha hecho con el mundo a nuestro alrededor. Y en Cuba.
El arroz, por ejemplo. En los años en que Cuba lograba producciones de 250 mil toneladas era la de los enormes CAIs arroceros. ¿Eso lo pueden lograr miles de pequeños agricultores, cada uno por su cuenta? No. No es la gestión lo que determina el éxito, sino los recursos. De hecho, la tierra en Cuba; o mejor dicho, su gestión, está privatizada desde 1994. ¿Ha resuelto algo? No. Porque no es la privatización lo que solucionará el problema, por cierto, los agrava. Hoy en día esa privatización ha ocasionado concentración de capital (¿recuerdan?), y de tierras en menos manos, igual con la producción y por ende las estrategias de ganancia reducidas a una simple fórmula: atente al precio que impongo.
Es la privatización la que provoca que no haya un transporte para trasladar el pan a la población, o la propia harina, o ese arroz que tan atrasado está y yace en almacenes pero no llega a las bodegas. La privatización y la inacción del Estado que interpreta así erróneas políticas de favorecimiento a un sector en detrimento de otro y, que no aplica el principio coercitivo de su gestión, la que tiene que ejercer en favor de la mayoría, el Pueblo.
De la costumbre surge la Ley, reza un adagio jurídico.
Si tenemos privados en el transporte, la agricultura, en el comercio minorista, la venta ilegal de medicamentos e incluso de algunos servicios médicos, y etc… o sea, ya todo lo visible es privado, ¿por qué no hacerlo legal, naturalizarlo, generalizarlo? Privaticemos todo, no importa que no hayan demostrado su supuesta eficiencia productiva, ni la solución de los problemas a nivel mundial.
Quizás habría que recordar el discurso de Fidel en la Universidad de La Habana, en 2005, cuando mencionó el texto: “El Estado y la Revolución”, de Lenin, y advirtió que quizás en algún momento no quedaría en Cuba ninguna paladar, máxima expresión de lo privado en aquella época.
Pero, ¿Sirve o no el desarrollismo?
El desarrollo de las capacidades que permitan a Cuba romper el bloqueo y su condición de país subdesarrollado para mejorar las condiciones económicas necesarias para generar mejor calidad de vida, están desarrolladas y establecidas desde hace mucho. Fuerzas y sectores productivos generadores de servicios y bienes de alto valor agregado que generan ganancias utilizables en otros campos de inversión: las mujeres y hombres de Ciencia de quienes hablaba Fidel, ya el 15 de enero de 1960.
La inversión social, esa misma que tendría que esperar a tener mucho dinero a base de “comodities” y el “derrame de capital” de privados, o del desarrollo de otros rubros (eso contando que nadie nos estorbara y que el mundo fuera un paraíso de condiciones favorables), es la principal generadora de riquezas para un país como Cuba. Es la biotecnología la que nos ha abierto las puertas a mercados importantes y en desarrollo como China, Rusia y la CEEA, y puede aportar mucho más. El sector médico y de investigaciones es el principal aportador al PIB cubano y el sostén económico del país cuando la COVID derrumbó el Turismo y otros renglones exportables.
El capital humano; ese que Fidel promovió con una Campaña de Alfabetización, con el Polo Científico, con los IPVCE, con una Universidad de calidad, con centros de educación superior tecnológicos como la CUJAE o la UCI; ingenieros, médicos, generadores de software y nuevas aplicaciones, mano de obra altamente calificada o instruida que pueda manejar la industrialización que precisa el país, que precisa una producción agropecuaria rentable y masiva, o ese "hub" que mencionó recientemente el Primer Secretario del PCC, es la clave principal de todo. Y para los desarrollistas “pro-chinos”; fue precisamente ese el factor determinante del avance de China hoy.
“La práctica es el criterio valorativo de la verdad”, dijo Lenin, y también que esa práctica tiene carácter absoluto y relativo. Absoluto porque es capaz de probar la veracidad de una teoría, y relativo porque cada resultado responde a un momento y contexto histórico concreto. Pero esos conceptos y valores deben ser dominados e integrados al actuar diario, de lo contrario de nada sirve explicar qué estamos haciendo mal.
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