martes, 14 de marzo de 2023

La llamada "batalla cultural".

 


Por Msc.Roberto R. Dávila Cabrera. / Imagen tomada de politizados.com

 De un libro editado y leído recientemente, reproduzco dos oraciones y un párrafo que pueden contribuir a que algunos ganen en mayor claridad sobre de que se habla hoy cuando algunas fuerzas políticas proclaman una llamada “batalla cultural”:

 “...el primer paso para dominar una sociedad es despojarla de los valores trascendentales que la dotan de estabilidad moral y ontológica.”

 

 “La sociedad contemporánea se enfrenta a esta aparente contradicción. Más bien, se trata de una tensión entre dos principios que conviven en el mundo digital. Por un lado, la posibilidad de dominar la totalidad de la vida no sólo a partir de la vigilancia extendida a los más diversos escenarios de la vida, sino también a través de la orientación de la decisión y la delegación de soberanía a los algoritmos. Y como ellos no son política ni culturalmente neutros, reproducirán los dictados de quienes los programaron y quienes financiaron a quienes los programaron (ampliaré esto poco más adelante). Pero, por otro lado, sigue todavía siendo cierto que las herramientas de producción y distribución cultural que estas tecnologías han masificado pueden utilizarse para resistir. A la ingeniería cultural se le puede responder, pues, con batalla cultural”.

 “En el mundo de la red cualquier problema, de cualquier índole, es potencialmente politizable con arreglo a la creación de algunos memes, de la viralización de algunos videos y de la conformación de foros y comunidades digitales desde las que se organice una batalla cultural”.

 De lo anterior, al menos entre el círculo allegado, hemos logramos consensuar que se debe aplicar un acertado enfoque objetivo y realista, pues el estudio de esos fenómenos solo puede ser resultado de una visión integradora y totalizadora que tenga en cuenta el pasado, el presente y la proyección hacia el futuro, no de análisis parciales, a retazos, de partes y piezas.

 El asunto requiere situar en el centro del análisis nuestro accionar revolucionario transformador, pero también el de nuestros enemigos.

 De las causas y condiciones que determinan el surgimiento, evolución, desarrollo y caducidad de un fenómeno material o espiritual en la sociedad, en el mundo en que vivimos, son las internas las que más determinan, aunque las externas influyen, a veces en gran medida. No por gusto Fidel dijo en noviembre de 2005 que nuestros enemigos no podrían nunca derrotar esta Revolución, pero que sí nosotros mismos, afirmación que es avalada por el análisis de los acontecimientos que llevaron al derrumbe de la antigua comunidad socialista europea, y otros ejemplos.

 Algo de lo que debemos estar orgullosos y dejar bien claro, es que la Revolución Cubana triunfó como resultado de factores internos, de la lucha de los mejores hijos de la Patria, y que nadie desde fuera la implantó. Más bien estuvo presente la acción externa en contra de su triunfo, lo cual no debe olvidarse ante los intentos de obviarlo o reescribir la historia. Especialmente quienes pretenden darle a todo el diferendo una visión estrictamente de enfrentamiento cultural, y que solo con eso se solucionan los problemas, y de esa forma evitar las grandes confrontaciones que son las revoluciones.

 Lo que realmente está ocurriendo no es una lucha cultural, es una guerra que incluye la cultura, la información, además de la economía, la diplomacia, la política, la ideología, la ciencia, la investigación, el comercio, todo lo que de una u otra manera incide cotidianamente en la vida de este pueblo.

 Y con toda desfachatez, todo lo malo que ocurre y afecta la vida de todos es, según ellos el resultado de la inacción, de las insuficiencias, de las incapacidades del llamado estado fallido y sus dirigentes.

 Pienso que no es casual que en muchas de las lecturas que acometo sobre lo que acontece en el país, falsos intelectuales, periodistas, autores de libros y otros que pululan en los medios y en la red de redes, olviden que existe un férreo bloqueo recrudecido que dura ya más de 60 años y acciones enemigas concretas de diverso tipo; desde agresiones a personas e instituciones, la destrucción de símbolos patrios, amenazas a personas, afectaciones físicas a la vida humana, además de todas las lacras humanas que esas vicisitudes ocasionan a despecho de la voluntad política.

 La agresión ideológica abarca todos los frentes, se mueve en los medios, pero también en la calle, en la guagua, en la bodega. Abarca también el seno familiar, donde se piensa distinto sobre todo lo que ocurre, se tienen distintas visiones y proyecciones perspectivas, sobre el futuro que ya muchos no ven a lo interno del país, sino fuera.

 Porque en el tema de la migración cubana, no está solo el asunto de viajar para mejorar económicamente, hay trasfondos ideológicos mucho más profundos, que venden cualquier cosa fuera de Cuba como “algo mejor”.

 Si a todo eso agregamos el incremento constante de la corrupción, el delito, las ilegalidades, del querer ganar montones de veces más dinero por cualquier producto o servicio a costa de los demás, la pérdida o disminución de importantes valores aprendidos y aplicados, reflejados en el simple olvido de la palabra “compañero” o “compañera”, de la solidaridad, el cansancio en el tiempo, el dejarse agobiar por la situación que se describe, es hasta normal que se cumpla el deseo del enemigo; llevarnos a una desesperación tal que cualquier cosa se “mejor”, que esto.

 En un análisis de este tipo debemos tener claro que en el centro de esta guerra ideológica, no batalla, está en primer lugar el Partido, que es criticado por hacer o por no hacer, por existir y por guiar la Revolución. Tema en el cual, mi criterio es que hay equivocados de buena y mala fe.

 Los primeros a veces por no darse cuenta que los cambios actuales requieren y exigen aprendizajes para los nuevos dirigentes, porque la experiencia se transmite en un determinado nivel, pero cada persona e institución debe adquirir la suya propia. Que el momento exija menos tiempo para aprender, es otro factor.

 Los segundos, porque están apoyados por un enemigo poderoso, con sistemas de ataque largamente preparados y pensados, con casi todos los recursos y medios necesarios para combatir en contra de la revolución, con su foco de atención centrado en atacar y tratar de destruir por cualquier vía, incluida la difamación moral a las instituciones como el Partido, el Gobierno y los dirigentes a cualquier nivel.

 La fuerza del sistema del capital es tal, que es capaz de espoliar y explotar personas sin que ellas se den cuenta de ello, haciendo que asuman valores válidos para ese modo de producción, pero no para nosotros. Tengamos de muestra un botón: distribución de moneda falsa en un hotel aprovechando la llegada de una persona famosa, haciéndose pasar por ella, para crear un evento mediático artificial preparado para que afecte la Revolución de cualquier modo.

 Sus llamados teóricos cantan a cuatro voces que ya no existe clase obrera, y algunos van más allá, diciendo que no hay sociedad de clases ni lucha de clases, que es otro hoy el sujeto histórico de los procesos de desarrollo de la sociedad, que no es posible ni necesaria la revolución, porque el sistema del capital ha logrado el bienestar de todos. La realidad del mundo en que vivimos es otra totalmente distinta, pero eso lo dejan de ver esos teóricos del capital, porque no les conviene, y lo omiten de sus obras. Tratan de esconder que si algún sector productivo o de servicios puede obtener altos dividendos siempre será a cambio de altísimos niveles de explotación de su sudor y esfuerzo, que permita altos niveles de ganancias a sus dueños.

 Las diferencias en el desarrollo económico, social y cultural de muchos pueblos del mundo, que ha sido resultado de la expoliación a que han sido y son sometidos, existen, aunque se omitan de los textos elaborados por esos teóricos. Las verdades se abren paso, no se pueden esconder, por mucho que se intente hacerlo, aunque se haga en nombre de la “libertad”, “la democracia”, “la igualdad”, “la fraternidad”, que tienen apellido desde la propia revolución burguesa de 1779, son conceptos de y para la burguesía.

 La Revolución cubana tiene amplias posibilidades de aplicar medidas que están a su alcance para enfrentar y vencer los enemigos internos y frenar también los externos al dejarlos sin base de apoyo. De revoluciones que tuvieron que aplicar medidas extremas para enfrentar la corrupción, el robo, el desvió de recursos, la especulación, las acciones económicas en contra del pueblo, conocemos en la historia. Estudiemos el ejemplo reciente de la revolución nicaragüense, que les regaló en bandeja de plata a los yankis a los presos contrarrevolucionarios que utilizó y que querían seguir utilizando internamente.

 Seguimos buscando salidas de las difíciles circunstancias que enfrentamos, con creatividad y muchos peligros, de dentro y de fuera. No se debe tener temor del proceso de búsqueda de nuevos caminos. Pero hasta nuestros enemigos tienen que reconocer que con la conducción de Fidel, de la dirección revolucionaria del país, siempre se supo escoger nuestro propio camino, métodos y formas de actuar, con visión de largo alcance sobre nuestra obra revolucionaria.

 Por todo ello es indispensable tener en cuenta otro elemento esencial que nos enseñó esa Generación Histórica, y otros defensores del Marxismo-Leninismo; es el enfoque materialista dialéctico al abordar la realidad material y espiritual, lo primordial para entender los procesos y fenómenos que nos rodean y con los cuales convivimos, sea en el pasado, en el presente o en la sociedad futura. Sólo eso nos permitirá pensar y razonar con claridad, observar con precisión la realidad y sus movimientos, sus retrocesos y avances en el decursar indetenible de la historia humana.

 No se juega a hacer revolución, es un fenómeno muy serio para tomarla como un juego de fuerzas, de puja, de tirar y recoger, de oportunismos, de debilidades humanas.

 Continuaré desarrollando este importante tema en próximos artículos, para los que resistan su lectura. He omitido conscientemente las citas bibliográficas por el momento.

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