jueves, 23 de marzo de 2023

Dossier: Sobre el Proyecto de Ley de Comunicación Social.

 


Por Msc. Roberto R. Dávila Cabrera.

 Soy un desconocido en el mundo de los medios, pero no un desconocedor de los mismos. Estudié Telecomunicaciones, y durante un tiempo de mi servicio en las FAR, pude conocer y operar medios de comunicación propios de la época. En algún otro momento, he tenido que estudiar sobre los mismos para poder cumplir con los deberes de mi profesión de maestro.

 Considero que el análisis y debate del tema es una necesidad y que la Revolución debe salir muy fortalecida del proceso, ya que no es un asunto individual, de personas afectadas o no, pertenecientes o no al gremio del Periodismo. Por eso mis opiniones no van dirigidas contra persona alguna, tengan o no cargos y responsabilidades que yo no tengo. Si de algo me he graduado, antes que de Maestro, fue de revolucionario, enseñado por Fidel, Raúl, la Generación Histórica que dirigió hasta ahora esta Revolución.

 Ante todo debo llamar la atención de que la discusión de un Proyecto de Ley como la que estamos viendo, no es un asunto de un sector de la sociedad, sino de toda ella. No es para defender derechos de un sector, sino de toda la sociedad, enfoque que no encuentro debidamente planteado y esclarecido en el proyecto.

 Deduzco también, de mi interpretación de las obras de Marx, Engels, Lenin o Fidel, que al hablar de los medios se debe tener claro que son medios de producción que se desarrollan junto al resto de las fuerzas productivas de la sociedad, y que como medios técnicos y tecnológicos tienen que cumplir un rol social bien determinado.

 Pero lo esencial que se discute aquí no es el aspecto técnico o tecnológico de esos medios, sino para qué se utilizan, cuál es su papel social, político, económico, cultural, formativo, educativo, entre otras funciones que señalan los especialistas del tema.

 Y esos medios, esencialmente trabajan en la captación, elaboración, difusión y conservación de un tesoro social, que no es monopolio de un sector que la trabaja de forma directa: la información.

 Otros sectores sociales también trabajan con la información, aunque no utilicen los medios de difusión masivos: Educación, Cultura, la Industria, la Defensa, Transporte, la Ciencia, de hecho, toda la sociedad.

Pero también trabaja la información nuestro enemigo, el capitalismo, los países imperialistas, comenzando por los Estados Unidos de América (y nunca para bien de todos), sino para lograr sus intereses de hegemonía. Cuba es hoy, y lo ha sido durante más de 60 años, un fiel ejemplo de las acciones de ese poderoso andamiaje, que no solo lo conforma el gobierno norteamericano, sino todo el sistema del capital predominante, sea cual sea su vestuario, forma de actuar, momento o lugar. Algunos podrán pensar que soy muy absoluto al afirmar tal cosa, pero eso lo enseñaron los grandes pensadores que mencioné antes, y otros muchos.

 Por eso pienso que al elaborar una propuesta de ley o para aprobarla, no se puede desconocer la realidad o realidades de este mundo en que vivimos hoy, la historia de la evolución humana, su actualidad y su futuro previsible. Y la realidad de Cuba hoy, con independencia de lo que pueda traernos el futuro, que también depende en gran medida de nosotros mismos, es que tenemos un enemigo directo, con grandes medios financieros, económicos, con dominio en el campo de la información, que impone al mundo con ello sus designios, intereses, aspiraciones, criterios, puntos de vista, sus conceptos.

 Creo que es muy, pero muy importante, que se tenga en cuenta, al utilizar los conceptos, que su contenido es dialéctico y depende de dónde y quiénes los utilizan. En esta área del conocimiento humano hay criterios polémicos. Puede ser, pero ¿para quién?

 La tan proclamada y cacareada “libertad de prensa” o de “expresión”, ¿para quién?, “democracia”, ¿Para quién?, “derecho de información”, ¿Para quién? Para establecer eso, generalmente, esos conceptos tienen apellidos, y diversos desarrollos de su contenido y significado.

 No es nuevo en la historia el asunto de la llamada libertad de prensa, o el derecho de expresión. Todo pasa por tener en cuenta el asunto de la propiedad. Si es privada, ¿tiene el dueño el derecho de publicar lo que quiera, de acuerdo a sus intereses? ¿Para quiénes se publica? ¿Qué se publica? ¿Los grandes medios que dominan el ciberespacio lo hacen o no una propiedad privada?

 El sistema político cubano, que incluye los medios que ya son propiedad social, garantiza más libertad que el mundo que nos rodea, predominantemente privado. ¿Se puede desconocer esa realidad?

 Si la contrarrevolución en Cuba, de dentro y de afuera, lucha por medios privados, deben tener responsabilidad todo el que hace y aprueba leyes de adoptar medidas preventivas legales para evitarlo, como se hizo en nuestra Constitución, con el carácter irreversible del sistema social socialista.

Y aquí, un apunte así, casual, solo de paso; la democracia en Cuba tiene apellido, es socialista, que implica que es del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Y los medios tienen la responsabilidad de difundir contenidos en función de los intereses de ese pueblo, y si se analiza una ley de medios, el pueblo, que es dueño de sus medios fundamentales de producción, tiene que conocer y participar en tal proceso.

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