lunes, 2 de octubre de 2023

Mecánica de la felicidad

 Por    / Tomado de Granma

Si preguntamos cuál es el sentido de la vida, muchos responderían: la felicidad. Puede que no todos lo expresemos de esa manera; mas, por ese entorno estarían las respuestas.

Es de suponer, entonces, que nos ocupásemos de cuantificar cuán felices nos están yendo las cosas: los humanos somos seres de siempre llevar la cuenta de todo; por eso inventamos las matemáticas, el dinero, la economía.

Tal lógica estaría sustentada en que, por lo común, no coleccionamos bailes, excursiones, cumpleaños… los disfrutamos y ya. Uno dice: ¡Qué bien la pasamos aquella noche en tu casa! ¿Cuándo se repite? ¿Te acuerdas de aquellos flanes de nuestra amiga Elena? Deliciosos… Y si compramos un televisor no es para deleitarnos viendo que tiene un cristal delante, una antena arriba y un mando con botones de colores, sino para disfrutar de los programas preferidos.

En el mundo, sin embargo, hay un solo país al que se le ocurrió crear un ministerio de la felicidad: Bután. Cada dos años, su Gobierno envía a sus ciudadanos una encuesta con 180 preguntas, basada en nueve acápites: bienestar sicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación, diversidad medioambiental, nivel de vida y buen gobierno.

Así, no utilizan el Producto Interno Bruto (PIB) para medir el bienestar de la población, sino el ifnb o Índice de Felicidad Nacional Bruta.

De hecho, es considerado el país más feliz del mundo; según su modo de ver las cosas, son más ricos que nadie.

En cualquier caso, puede que sea un tremendo disparate medir el crecimiento económico o el grado de desarrollo solo mediante el PIB.

Ciertamente, se trata de una magnitud macroeconómica que expresa el valor monetario de la producción de bienes y servicios de demanda final de un país o una región, generalmente durante un año y, si se mira el concepto a sangre fría, pareciera que nada de malo hay en ello.

Sucede, sin embargo, que en la carrera por generar bienes finales, estamos acabando con el planeta.

Por ejemplo, cada año tenemos un nuevo modelo de teléfono, y así sucede con otros artículos. Nos dicen: este es mejor porque tiene el doble de memoria, o una cámara de no sé cuántos megapíxeles; además, soporta esto o lo otro, y allá vamos a comprarlo, o a soñar con él, sin ponernos a pensar que el «viejo» aún satisface plenamente nuestras necesidades.

Tal proceder se complementa con la estrategia de obsolescencia programada que pone fin a la vida útil de un producto tras un tiempo planificado de antemano por su fabricante. La idea es exprimir los bolsillos al consumidor, pero no dicho con semejante cinismo, sino «pensando en las necesidades del cliente».

Una bien engrasada industria de la banalidad nos convencerá de lo apuestos, inteligentes y respetables que nos vemos con solo portar el último ingenio del mercado. O sea, además del producto, también se nos vende la necesidad de usarlo. Negocio redondo.

Cada nuevo año el mundo incrementa el PIB, a cuenta de generar un año anterior de «Pura Inservible Basura»: lo cual sería otro PIB, pero de valor negativo para el planeta.

Una verdadera locura, pero también nos han hecho creer que la economía es un fin en sí misma, y no un instrumento para la satisfacción espiritual humana.

Son las ideas neoliberales presentadas como tecnología al margen del ser humano, o donde este es solo una variable técnica del proceso, como la disponibilidad de agua o de materias primas.

Si las flechas de los gráficos apuntan hacia arriba, o los números de la macroeconomía miran sonrientes, no importa que no haya escuelas o salud para todos, no importa que 800 millones de personas pasen hambre en un mundo donde se botan los alimentos para sostener precios.

Desde Milton Friedman hasta la fecha, ya tenemos 13 premios Nobel de la llamada Escuela de Chicago, pero el mundo es cada vez más desigual, contaminado e infeliz.

Y a no creer que en Cuba estamos libres de semejantes ideas. Solo basta asomarse a las redes sociales o a los medios extranjeros que «analizan» la economía cubana, para ver las recetas. Nos dicen que sobra cultura, educación, salud y seguridad social, y que hay que revertir esto.

Y, además, ¿cómo se nos ocurre que la felicidad sea algo personal para el regocijo interno? ¿Acaso no sabemos que es la fabricada a escala industrial, para usarla por fuera?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sea educado. No insulte ni denigre.