Msc. Roberto Reinaldo Dávila Cabrera.
Desde mucho antes del derrumbe del llamado campo socialista, y aún en vida de Lenin, todos los países capitalistas de entonces enfilaron sus fuerzas en contra del naciente estado socialista, Rusia, devenida después en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y también, de forma cruda, contra la personalidad del líder de la Revolución de Octubre.
No sorprende entonces que como consecuencia del derrumbe hayan surgido “pensadores”, unos pagados por agencias especializadas en denigrar de los grandes líderes revolucionarios de todas las épocas, y otros “por iniciativa propia”, que separan el quehacer revolucionario de Marx y Engels del de su continuador más directo, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin.
Desde que era un niño de primaria tuve la suerte de escuchar hablar de este líder indiscutible del proletariado mundial, antes incluso de la victoria de la Revolución Cubana en 1959, y conocer algo de lo que escribió. Se debió esto al hecho de que una familia de comunistas, miembros del Partido Socialista Popular, acogieron a este hijo de una criada que ganaba 15.00 pesos al mes. Pude leer parte de la Historia del PCUS sin que nadie de la familia lo conociera, porque descubrí casualmente donde se guardaba con mucho celo tal texto.
Han pasado muchos años desde entonces y nunca hablé de este hecho con nadie, y sin embargo, ahora lo público para general conocimiento. Lo cierto es que después del triunfo de la Revolución Cubana he tenido las posibilidades de estudiar, de leer, de investigar sobre la Revolución, el socialismo, Marx, Engels, Lenin, y muchos otros, pero nunca me he olvidado de aquellas lecturas furtivas. Impactaron mucho en mí, y me ayudaron a comprender las contradicciones del mundo donde tenemos que vivir.
Pensando en escribir este artículo comencé una búsqueda bibliográfica de una biografía de Lenin, de las muchas que se han escrito, pero que considero es la mejor que se ha elaborado sobre él, y que pude leer en 1984 en Nicaragua, pero editada en Cuba en los primeros años de Revolución. Me refiero al biógrafo inglés de Lenin, Gerard Walter, que presenta al líder sin edulcorarlo, en sus cualidades y defectos, como todo ser humano.
En esta biografía de Gerard Walter (1) pude conocer con precisión de donde surgió “Lenin”, seudónimo de Vladimir Ilich Ulianov. Lo utilizó por primera vez para publicar unos artículos en la revista “Zariá”, en diciembre de 1901, y después lo mantuvo durante toda su vida en la clandestinidad como revolucionario profesional y en sus múltiples publicaciones. Claro que también utilizó otros, pero como Lenin ha pasado a la posteridad.
Es respetado y querido, además de no olvidado, por muchos en este mundo, y también criticado, odiado, injuriado, enjuiciado, acusado, sentenciado a muerte y al olvido por los explotadores de este mundo basados en el injusto sistema del capital y del imperialismo. Lo atacan de cualquier forma posible, y aunque no quieran, siempre estará presente, porque siempre estuvo al lado de los necesitados.
Alguna bibliografía que he leído de autores cubanos me dice que en el país existe también la tendencia mundial a tratar de separar el marxismo y el leninismo, pero no he encontrado la argumentación que demuestre que ello es necesario, y por el contrario, me he aferrado mucho más a la unidad de la doctrina.
Cada año el 21 de enero se recuerda su muerte, ocurrida en 1924, después de un doloroso período de enfermedad que duró años, como consecuencia del atentado realizado contra él. Afectó mucho el desarrollo del proceso revolucionario ruso, al no poder contar con su más importante guía. Tengamos en cuenta que Vladimir Ilich Ulianov nació el 22 de abril de 1870, lo que significa que murió con 54 años solamente, pero dejando una obra revolucionaria práctica y teórica, que es imposible no tener en cuenta ni hoy ni en el futuro, que necesariamente ha de ser de lucha, combate, trabajo.
Lo más importante es que a pesar del paso del tiempo, de la
trasformación del mundo en que le tocó vivir y al que legó una obra gigante, no
ha sido superado ni por ese tiempo, ni por otros teóricos en la esencia de sus
postulados, que constituyen además, aportes esenciales a la teoría
revolucionaria iniciada por Marx y Engels, de innegable contenido científico
social.
Aunque por formación profesional no soy ni filósofo ni economista, esos contenidos desarrollados primero por Marx y Engels y después por Lenin, me han servido de mucho en la aplicación al campo de las Ciencias Políticas, especialmente en lo concerniente a la teoría sobre el partido del proletariado y su presencia y vigencia en la actividad del Partido Comunista de Cuba.
A Lenin se debe el desarrollo teórico de los principios ideológicos y de organización de los partidos proletarios, que fundamentó en diversas obras, y no como labor o trabajo de gabinete, sino en activa lucha durante el proceso de creación del Partido social demócrata de Rusia, posteriormente Partido Comunista de Rusia (bolchevique).
Prestó especial atención y cuidado a la necesidad de forjar una sólida unidad ideológica, basada en el reconocimiento de los contenidos de los programas y estatutos del Partido, utilizando para ello diversas vías, como la creación del periódico “Iskra”, “La chispa”, la creación de la Escuela del Partido en el extranjero, donde él mismo impartió clases, así como en los textos que publicaba con frecuencia y regularidad explicando sus puntos de vista teóricos y prácticos.
Creó un partido de acción revolucionaria, cuyo objetivo esencial es la lucha por la toma del poder político, y la sustitución del sistema de explotación capitalista por un sistema económico, político y social que garantice un futuro mejor para el hombre, al que en su etapa llamaron socialismo como tránsito a una sociedad comunista ideal capaz de garantizar tal objetivo.
Fundamentó que el Partido debía ser la vanguardia de la clase cuyas necesidades e intereses representa, pero no cualquier vanguardia, sino la vanguardia consciente de esa clase y las que actúan en alianza con ella, los campesinos, los pequeños productores, y como demuestra la práctica de la lucha revolucionaria, de otras fuerzas sociales también explotadas por el capital, como pueden ser las minorías étnicas en cualquier lugar del mundo, sectores de la pequeña burguesía, capas intelectuales, entre otras. De aquí se deriva la necesaria y rigurosa selección y formación de esa militancia, para que pueda jugar ese papel con plena conciencia de ello. Esto también estaba condicionado por las circunstancias clandestinas de la lucha, que impone medidas de compartimentación, de evitar la penetración del enemigo en las filas de la organización, entre otros factores importantes de la actividad partidista y política.
Pero no basta la conciencia, ella tiene que concretarse en la práctica, y por ello también hay que ser vanguardia organizada, porque la ideología se materializa en la práctica a través de la organización, lo que implica pertenecer a una forma organizativa, tener y consolidar la necesaria disciplina de la lucha revolucionaria por un futuro mejor para el hombre.
Lenin defendió y fundamentó que la actividad del partido debía basarse en el principio del centralismo democrático, que desarrolló teóricamente y aplicó siempre en las filas del partido.
Al respecto, recuerdo que en mis tiempos de profesor, ante un auditorio de muy complejo de alumnos de varios países, en la etapa del pleno derrumbe del llamado campo socialista, dictamos una clase sobre el tema.
Entonces, como ahora, los ataques estaban muy de moda y nadie quería oír hablar del tema, negando su validez y negando su aplicación, basando esa conducta en variados argumentos, algunos esgrimidos y desarrollados por declarados enemigos del socialismo y el marxismo-leninismo.
Estuvimos intercambiando durante cuatro horas, sin hacer referencia al nombre del principio, pero sí de cada uno de sus rasgos y características, como elementos necesarios para el adecuado funcionamiento de cualquier organización social. Al final pedimos opiniones y todos los alumnos estuvieron de acuerdo en la utilidad e importancia del tema y mostraron mucha satisfacción por el intercambio realizado. Solo entonces y como despedida, informamos que habíamos estado analizando los fundamentos teóricos y prácticos del principio del centralismo democrático. El asombro fue total, con repercusiones posteriores, como es lógico, pero muy positivas.
Otro principio esencial desarrollado por Lenin es el del necesario vínculo permanente con las masas. La unidad entre el Partido, la clase y el resto de las masas populares, es posible debido a la comunidad de intereses existentes entre ellos. La confianza de las masas, su apoyo a la causa revolucionaria, es la fuente vital de la fuerza y capacidad combativa de la organización partidista. El vínculo estrecho del partido, de sus militantes con las masas, no es un problema táctico, es esencial para su propia existencia y desarrollo.
Este principio leninista de organización le exige al Partido que estudie y conozca las opiniones, el estado de ánimo, los deseos y las aspiraciones de las masas, para de esa forma estar en condiciones de poder orientarlas y dirigirlas, en un constante y permanente estudio y generalización de sus experiencias, que nutra sus efectivos de su parte más avanzada, más consciente, elaborando su política sobre la base de una información real y objetiva sobre sus intereses y necesidades, para garantizar de esa forma y bajo cualquier circunstancia su apoyo incondicional.
A diferencia de los partidos burgueses y oportunistas, la relación con las masas no se ampara en factores espontáneos o en promesas demagógicas basadas en la falta de madurez de algunos grupos sociales, sino que se realiza y mantiene sobre bases de principios y trabajando constantemente para elevar su nivel de conciencia, y para que comprendan la necesidad de luchar en defensa de sus intereses esenciales como clase.
En este sentido tienen un valor incalculable las ideas expuesta por el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Comandante en Jefe, Fidel Castro, en el II Congreso del Partido, cuando señaló: “La vinculación más profunda y permanente con las masas fue ayer, es hoy y deberá ser siempre la brújula de nuestro Partido.” (2)
Del estudio de la Historia, el pensamiento de Marx, Engels, Lenin y Fidel, los revolucionarios cubanos hemos aprendido que siempre la desunión trajo la derrota, mientras la unión siempre nos ha dado la victoria.
Esa unidad, que tiene que ser ideológica, organizativa, y de acción revolucionaria, no está dada de una vez y para siempre, hay que luchar por ella cada instante y en cada lugar y momento para cuidarla como la niña de nuestros ojos, para evitar que se rompa a través de los intentos de los enemigos de hacerlo, para fortalecerla siempre en cualquier circunstancia.
Por ello, no dejemos que se rompa la unidad de la doctrina, la unidad en la obra de revolucionarios como Lenin, y estaremos defendiendo con ello la obra de Fidel, la del Partido creado por él, que es también nuestra propia obra.
La vida ha demostrado que no es nada fácil lograr el objetivo planteado, más cuando todas las fuerzas que integran el sistema a sustituir se unen en recursos y acciones para tratar de evitarlo. La contrarrevolución lucha por su vida, y lo hará siempre tratando de demostrar que es mucho mejor que lo que se propone como ideal a alcanzar.
Referencias bibliográficas
(1) Walter, G. (1983). Lenin. Barcelona: Grijalbo
(2) Castro,
F. (1980)..Informe Central al II Congreso del Partido Comunista de Cuba. La Habana: Editora
Política. p. 109
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