martes, 30 de julio de 2024

La Página del Domingo: La esperanza de las madres.

                                

Por Alejandro Sánchez

Es increíble como las personas se aferran a las esperanzas. A veces a las esperanzas más increíbles, pero se aferran aun así. Es como si al abandonarlas comenzarás a morir un poco cada día, o dejarás morir eso que anhelas. Y la vida nos es tan necesaria.
Esta página dominical no es como las usuales. O quizás sí. Ustedes decidirán.

Lo que sigue son anécdotas tomadas del blog "Patria y Amor", de la periodista Daily Sánchez Lemus.

"En honor a quienes entregaron sus vidas por la Revolución definitiva.

Juanito
Santiago de Cuba, madrugada del 26 de julio de 1953:

“¿Qué estará pensando mamá? Seguro se preocupa porque no he llamado. Lástima que quizás mi traje blanco no vuelva a usarlo, ni la corbata roja. O quizás sí. Santiago debe ser una ciudad muy linda, pero no ha habido tiempo para recorrerla. Ahora de madrugada solo quedan vestigios de los carnavales.
Cuando todo cambie, voy a ser alguien grande y mamá estará orgullosa de mí. Daría cualquier cosa por comer en estos momentos un buen plato de papas fritas con perejil. Bueno, quizás no regrese. ¿Cómo se enterarán? Pase lo que pase, Batista se tendrá que ir. La tensión es grande. Aunque hayamos hecho prácticas de tiro, por lo menos yo no he estado en un combate de verdad. ¡Las veces que le regresé a la vieja con la ropa enfangada de las prácticas de tiro, y le tuve que decir que estaba en una comelata en el campo! Hay que ver cómo duele callar estas cosas que estamos haciendo… Yo creo que estamos llegando al lugar. Este es el hospital Saturnino Lora...Va a comenzar... Es la hora cero...”

La Habana, 8 de enero de 1959:
Anita y Zenaida corren entre la multitud eufórica que quiere recibir a los barbudos. Como tantos otros cubanos, esperaban ver en la caravana a un ser querido. A su juanito; que era mejor no decir nada del hermano, por si estaba vivo. Que aunque lo hayan dado como muerto en el asalto al Moncada, quizás había sido un error y Juanito regresaba de la Sierra. Entre empujones lograron colocarse bien alante…. Allí están, ya vienen algunos camiones. La avenida Dolores, de Lawton, recibía a los rebeldes. Inquietas, emocionadas, llorosas y risueñas, buscaban a su hermano entre los guerrilleros. Pero no aparecía Juanito por ninguna parte. Claro, que también era difícil entre tantas barbas y melenas. Pero, de pronto, un trigueño de pelo rizo, vestido de verde olivo, le tiró desde uno de los carros una gorra a Anita.
Pero el camión se alejaba; aunque Anita corrió tras él, no pudo darle alcance. La esperanza de ver vivo a su hermano se apoderó de ella y de la familia, cuando llegó a la casa y contó lo sucedido. Soficadas y felices creyeron que el milagro se les habia hecho. La vieja madre volvió a ser feliz. Desde entonces, esperaron verlo regresar con su acostumbrada alegría…
Pero no regresó... Una herida en la cara y luego golpes y otros disparos el 26 de julio: Juan Domínguez Diaz fue asesinado en el Moncada con 22 años. Su familia siempre lo esperó.

Curro.
Crecían los girasoles, más que en busca del sol, como protectores de un tesoro íntimo. Cuando fueran a buscar los restos de Marcos en el cementerio de El Caney, ellos serían la señal que identificaría el lugar donde reposaba el jovencito de Artemisa. Alguien quiso hacerle honores y le colocó una corona de flores en nombre de su madre desconocida. Aún sin marchitarse las flores, ya habían perdido su escarapela…
"Marcos Martí Rodríguez… Marcos Martí Rodríguez…”. Nadie respondió al pase de lista. Los presentes se miraban, y algunos no lo podían creer. En el juicio a los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, un error denunciaba nuevamente a la tiranía: Marcos no podía contestar porque había sido asesinado por hombres de Pérez Chaumont, el 30 de julio de 1953 en la carretera de El Caney. “El Curro” –así le decían - tenía 19 años cuando fue ultimado.
Mamá Gudelia nunca pudo borrar el último día que lo tuvo en casa, cuando le pidió que le preparase ropa para ir al trabajo, pero en realidad se iría a Santiago. Del Curro solo tendrían malas noticias unos días después: Marcos Martí había sido asesinado por la dictadura por formar parte de un grupo de jóvenes que asaltó el Cuartel Moncada.
Apresurada, para que nadie la viera, se dirigió aquella señora hasta el cementerio de El Caney para guardar al menos un recuerdo de aquel joven por si un día aparecía alguien de su familia. Tiempo después, los girasoles cumplieron su función de guía y en la fosa hallaron los restos del joven y fueron trasladados a Santa Ifigenia. Pero Gudelia siempre quiso tener a su hijo cerca, y cuando triunfó la Revolución, junto a otras madres fue a Santiago para llevarlo a casa otra vez. Allí, en el cementerio donde también reposa Martí, una señora se colaba entre los familiares de los mártires y comenzaba a preguntar con insistencia quién era familia de Marcos Martí.
‘Mamá’ se presentó ante ella y entonces aquella buena mujer, temblorosa y con las palabras disueltas en sus ojos, le entregó la cinta que por más de siete años había guardado."

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