viernes, 5 de julio de 2024

Página del Domingo: El cangrejo.



Por Alejandro Sánchez

 Ya dije antes que escribir una columna semanal, y que sea sincera, transmita algo y no se convierta en algo banal, es más que complicado. Sobre todo cuando se acumulan temas en la semana muy interesantes, pero que resultarían demasiado “pesados” para una charla dominical:

Golpe de estado en Bolivia; una Copa América que empieza con el “God bless America”, dicho en español, faltara más; dimes y diretes del profesionalismo en el deporte que influye también en nuestra prensa deportiva; medidas restrictivas a los precios de las mipymes y así, muchas cosas que podrían ser de interés.

Debo ampliar mis opiniones sobre el tema de la música; cuánto impacta en ella la comercialización y el mercado, cuánto influye en la creación o no de valores y en la lucha política. Aquello dicho por Rosa Luxemburgo de; “En toda sociedad de clases, la cultura intelectual (arte y ciencia) es una creación de la clase dominante; y el objetivo de esta cultura es en parte asegurar la satisfacción directa de las necesidades del proceso social, y en parte satisfacer las necesidades intelectuales de la clase gobernante”.

Tampoco la Página es sobre chismes alusivos a ocupaciones y acciones de la Ley que involucran a los alias de tal o más cual persona. No. Les haré una anécdota sobre algo que me ocurrió a media semana mientras disfrutaba desandando la 5ta Avenida rumbo a mi centro laboral.

Era muy temprano, y pocas personas ocupaban la mencionada vía. Entre ellas, estos hombres que cumplen sanción penal en la modalidad de Trabajo Correccional con Internamiento, y lo hacen trabajando para Comunales. Uno de ellos chapeaba la hierba y hubo de lastimar a un cangrejo. No lo vio, trataba de justificarse, pues su golpe arrancó una pata y una muela del crustáceo. 

Una mujer ya de edad madura, con aspecto de profesional, sugirió sin detenerse que matara al animal.

Dos de los trabajadores se quedaron intentando salvarlo. Llegué dónde estaban ellos y recordamos haber escuchado en alguna parte que los apéndices perdidos del cangrejo se renuevan. 

Tomó un tiempo subir al animalito sobre la hoja del machete (ninguno nos atrevimos a tomarlo por la parte trasera del caparazón), y depositarlo en la hierba, en lugar seguro. 

Seguí mi camino y ellos su trabajo. A lo lejos veía a la compañera que sugiriera el sacrificio y miré a mis espaldas, a los hombres que trabajaban para expiar algún delito. Entre tantos clichés que me vinieron a la cabeza, preferí pensar que la ciudadana solo le tenía miedo a los cangrejos. 

Tengan buen domingo.  

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