domingo, 7 de julio de 2024

La Página del Domingo: mano izquierda y mucha sonrisa.

Por Haydée Sánchez Castro. 

Sacó de sus bolsillos el último billete de 500 pesos que le quedaba y pagó una libra de harina de Castilla para los dulces de sus hijos. Cobró ayer, viernes 5, y ya el sábado, luego de hacer los desgloses presupuestarios imprescindibles, se quedó con un menudito que no le alcanzaba para darse un mimo en el mes.

Llegó a la casa, como el mes anterior, con una mezcla extraña de desconcierto y berrinche y cuestionando una y otra vez la dificil realidad económica de su país. Dejó la “factura posible” del mes sobre la mesa y cuando se tiró sobre el sillón, casi a punto de soltar una mala palabra en voz alta, salió ella.

Acababa de darse un baño (los calores premenopáusicos y este mes de julio, feroces). Cabeza lavada, pelo empapando su espalda y la blusa, olor a limpio, cara blanquita y reluciente como un buen cubo de agua fría sabe activar, sin necesidad de un día en un salón de belleza a pagar miles que duran una semana. Estaba lista para la jornada.

Se le acercó, le dio un beso, saltó de alegría por la harina para los muchachos, y comenzó a organizar lo que él había comprado. “Tranquilo, mi amor, yo cobro pasado mañana y con eso seguimos... Además, quita esa cara que hoy, hay fiesta”. 

Sorprendido con aquella salida salsosa de su esposa (a veces más estresada que él), se dio cuenta de que el sábado prometía. "Y los niños?"- preguntó. “Uno con su abuelo en la costa y el otro jugando fútbol. Tírate un cubo de agua para que almuerces fresquecito”.

Cada jarro de agua era una inyección en la espalda contra la rabia. A fin de cuentas, era un tipo afortunado: una mujer de 40 con espíritu de 20, acabadita de bañar solo para él; dos hijos jugando en la calle sin demasiadas preocupaciones por su seguridad; la tranquilidad de almorzar en familia; la “fiesta” anunciada para esa noche. Otro jarro de agua y recordó que esa semana logró escribir dos buenos artículos, que visitó a viejos colegas y que cumplió con la guardia en su trabajo. Otro jarro más, y pensó en la próxima fiesta de fin de curso de sus dos pioneros, en el trabajo de su esposa que avanzaba, en la escuela especial de maestras especiales; y finalmente, en su corazón ardiente y sus manos limpias.

Todo el berrinche se le fue... Verdad que las causas estarían el domingo, como el dinosaurio de Monterroso: todavía ahí. Pero ahí también estarían su familia, la felicidad de trabajar donde ama a pesar de las dificultades, las pilas recargadas para seguir molestándose con lo injusto y sacando "chaqueta" por eso; y el cuadro de Fidel que heredó de su abuelo presidiendo la sala de la casa. 

No es un conformista que solo resiste, sino un tipo que descubre cada día la felicidad en vivir, amar y no desertar de sí mismo.

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