MsC. Roberto Dávila.* / Académico cubano
Nota aclaratoria: Por pedido del propio autor, consignamos que su grado científico es de Máster. Ofrecemos disculpas por este error involuntario.
He estado pensando mucho sobre la conveniencia o no de exponer algunas ideas sobre el optimismo revolucionario. La lucha que podemos encontrar al analizar la evolución humana en cualquier lugar del mundo, demuestra que nunca ha cesado la intención y la acción para alcanzar un mundo mejor posible. Ha predominado el optimismo sobre el derrotismo.
Aunque no faltan etapas o períodos históricos donde existió estancamiento social, inmovilismo, siempre ha salido el sol, han llegado mejores etapas de vida para aquellos que no pierden la esperanza de ese ideal posible y pese a todas las trabas, frenos, contratiempos, han luchado por alcanzar lo que creen que es mejor.
Derrotas y victorias en tales empeños se pueden señalar muchas en cualquier lugar y momento. En esas luchas de la especie por su emancipación no siempre han existido condiciones, medios, recursos, y han sido necesarios grandes esfuerzos y sacrificios para alcanzar los objetivos de la lucha, a pesar de todo, y a veces contra todo.
Hay ejemplos de casos en que se pierde la confianza, de los que no perseveran, de los que se rinden y entregan, pero también de los que son consecuentes y luchan toda su vida por la causa que defienden.
Los optimistas no pierden la fe ni la esperanza por una derrota, siempre se levantan y continúan la lucha, hasta vencer o morir en el intento. Las victorias o derrotas pueden ser individuales o mundiales. Tienen diversa significación y alcance. Hay quienes luchan por tener un trabajo, mejores salarios, una casa, un amor, otros por una mejora política, una revolución, así hasta el infinito.
Con optimismo, podemos intercambiar, analizar, valorar, criticar o cuestionar, sobre el tema de la o las teorías revolucionarias que existen o han existido, y que fundamentan la lucha por un mundo mejor. No todo en un proceso o fenómeno es totalmente bueno o totalmente malo, hay mediaciones, dialéctica, porque así es el movimiento real de este mundo en que vivimos.
Hay que mencionar, aunque sea de pasada en este pequeño artículo, que teorías o postulados teóricos sobre la lucha revolucionaria para transformar un Estado, un país, una región o el mundo, han existido mucho antes de que surgieran el marxismo o el leninismo.
Tengo plena conciencia de que el término “lucha revolucionaria”, no se debe utilizar para valorar los acontecimientos que no se refieran a transformaciones radicales, que modifiquen la esencia de las relaciones económicas, ideológicas, políticas, culturales, sociales, y que por ello existen otros términos, como reforma, modificación, u otros que no se refieren a cambios esenciales en un sistema.
Pero la realidad es más rica que el contenido de cualquier concepto y en Cuba, y otros lugares, podemos endilgar designaciones como “revuelta”, “levantamiento”, y hasta “revolución· a acontecimientos que no han tenido el alcance conceptual referido a lucha revolucionaria, aunque si han producido transformaciones parciales.
Las luchas de muchos pueblos contra los imperios dominantes, como el inglés, el español, el turco, el ruso, el chino, los postulados y teorías de la burguesía revolucionaria en sus luchas por alcanzar el poder político, existían antes de llegar Marx y Engels, como investigadores y científicos sociales a plantear una nueva teoría necesaria para la emancipación de una nueva clase social que surgía en esas sociedades. Y no surgió de golpe y porrazo, al decir de los cubanos, sino en una aguda confrontación con los poderes establecidos, a los cuales no les convenía de ningún modo esa nueva teoría revolucionaria.
Por eso Lenin escribió sobre las vicisitudes del marxismo, que para afianzarse tuvo que luchar con esfuerzos, sacrificios, tanto individualmente sus fundadores como también aquellos que la hicieron suya en todo el orbe.
Hubo mucha lucha en el campo de la elaboración teórica, confrontaciones con las teorías burguesas constituidas, pero también contra tendencias de diverso tipo que buscaban objetivos de emancipación, de liberación nacional, no siempre coincidentes con los nuevos postulados marxistas. Fue así hasta la muerte de Marx y Engels, pero esa lucha siguió contra los continuadores de esa teoría y las luchas por su aplicación práctica.
Hoy tenemos personas a las cuales no les gusta que se hable de aplicación de teoría. Pero, ¿no es una guía para la acción revolucionaria práctica? ¿Para qué y para quienes se elabora? ¿Cómo hacer realidad los ideales de emancipación humana?
Lenin demostró la viabilidad práctica de esa teoría, la utilizó para guiar la lucha revolucionaria de los pueblos del antiguo imperio de los zares, la desarrolló didácticamente en esas condiciones, porque no todo estaba escrito por Marx y Engels, no podía estar escrito.
En la etapa de la que hablo, hubo avances y victorias, y amargas derrotas, como la de la Comuna de París, o la revolución del 1905 al 1907, y la de febrero de 1917, estas dos últimas en la Rusia de los zares. Pero la verdadera posición de los revolucionarios fundadores de la teoría, Marx, Engels y Lenin, no fue la de dejarse derrotar por un fracaso momentáneo.
Y en plena lucha por llevar la revolución a la práctica, siguiendo la marcha del movimiento real de los acontecimientos, continuó la profunda lucha teórica entre las propias fuerzas revolucionarias y en contra de las teorías del enemigo burgués, de los poseedores de capital, del imperialismo. Y aun cuando triunfó la Gran Revolución Socialista de Octubre, debió sostener una lucha titánica para sobrevivir.
¿Y Bolívar, el hombre de las dificultades? ¿Cómo fue capaz de liberar un continente enfrentando a uno de los imperios coloniales más poderosos de la época? No pudo continuar su obra, pero hoy la Revolución Bolivariana en Venezuela lo hace. ¿Se puede hablar o no de un Chavismo Bolivariano? ¿Es continuador Chávez, o no, de la obra de Bolívar?
En Cuba, ¿no luchó Martí hasta su muerte enfrentando a dos imperios, el español y el yanqui? ¿No es Fidel el continuador más consecuente de la obra martiana? ¿No es la revolución cubana actual martiana y fidelista? ¿No hubo triunfos y derrotas en la lucha contra el colonialismo y en la lucha contra el capital y el imperio?
Los sucesos del 26 de julio de 1953 solo fueron una derrota temporal. Fidel y los moncadistas siguieron la lucha, combatieron en la Sierra y el Llano, y triunfaron. ¿Y después de ese triunfo no se ha tenido que continuar combatiendo contra el imperio más poderoso del mundo actual?
¿No estudiaron marxismo-leninismo los moncadistas en la prisión de Isla de Pinos? ¿Son o no continuadores de la teoría revolucionaria, como guía teórica de la Revolución?
¿Y los dirigentes actuales de la Revolución Cubana, no son continuadores de la obra de Fidel, de Raúl, de la generación histórica que la hizo? ¿No son marxista-leninistas, martianos y fidelistas?
Cuando hoy, nuestros teóricos, académicos, científicos sociales, se refieren a Fidel y a los dirigentes históricos de la revolución en Cuba, reconocen el carácter creador y revolucionario de los postulados marxista-leninistas aplicados por ellos en nuestras condiciones, sin dogmas, con gran espíritu crítico y auto crítico, con capacidad para reconocer los errores y rectificarlos, porque no hay ser humano que no cometa errores, y más si tenemos en cuenta que lo que se hace es inédito.
Y Lenin actuaba de igual forma, era crítico de sí mismo, auto crítico, y siempre dijo que el asunto no era no cometer errores, si no tener la capacidad y la valentía de reconocerlos y rectificarlos oportunamente.
Hablando con precisión, puede haberse tergiversado, traicionado, confundido, desviado, abandonado el marxismo-leninismo en la antigua Unión Soviética, en otros ex-países socialistas. Es una derrota la destrucción de un sistema que costó tanta sangre construir, pero eso no justifica el abandono de la lucha, la traición de pasarse al capital, al imperio, como han hecho algunos que antes se decían revolucionarios, marxistas, leninistas, marxista-leninistas.
Creo importante investigar las causas que aún faltan por conocer sobre el derrumbe, sobre esa aplastante derrota que paralizó durante más de una década el movimiento de lucha por el socialismo, por las revoluciones sociales, de sus consecuencias negativas para los verdaderos revolucionarios. Hoy casi todos los que escriben sobre el tema o lo investigan, se refieren críticamente a todo lo malo acontecido, pero la dialéctica nos dice que no todo es malo o no todo es bueno, hay que saber valorar que ha ocurrido como malo, pero también cuales son las enseñanzas positivas de tales procesos. Lo contrario es rozar con las posiciones del enemigo que nos ataca y que no dejará de hacerlo hasta que nos vea muertos
Pero creo también que es más importante aún continuar la lucha, desarrollar la teoría revolucionaria, no renunciar a ella solo porque proceda de la antigua Unión Soviética o de un período de la práctica del socialismo en ese país donde se tergiversaron postulados. Los verdaderos revolucionarios cubanos nunca podrán ser anti soviéticos, porque ellos nos dieron todo a cambio de nada cuando más lo necesitábamos. Y Rusia ahora, bajo otros términos, nos continúa ayudando. No es el pueblo ruso nuestro enemigo.
El término marxismo creador y revolucionario, que he leído en algunos escritos, parece un buen intento en la búsqueda, pero en mi opinión deja fuera otra experiencia teórica y práctica, la experiencia leninista. Me alegró mucho que nuestro Partido, que antes cogió el camino de eliminar el guion y agregar una “y” en su lugar, ahora retome lo que en mi opinión no era necesario eliminar, el concepto de marxismo-leninismo.
El Fidel que fue en vida mi guía, reconocido como máximo dirigente y líder de esta Revolución cubana actual, reconoció siempre tal concepto y nos enseñó a defenderlo. Lo considero parte de su legado teórico a las nuevas generaciones de revolucionarios.
Fue lo que le permitió un planteamiento muy dialéctico expresado en una histórica intervención en reunión con intelectuales y artistas, conocida desde entonces como “Palabras a los intelectuales”, que expresa:
“Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución.
Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella.”
Esto fue dicho en 1961, ha sido una guía para la actuación de muchos revolucionarios verdaderos hasta hoy. Conocemos personas que hicieron suyas esas palabras de nuestro Fidel, con independencia de su profesión, de su pertenencia o no al sector intelectual o artístico.
En Cuba la lucha en el campo teórico después del triunfo revolucionario de 1959 estuvo presente mucho antes de que los soviéticos estuvieran en la Isla. Éramos entonces un país capitalista que era necesario transformar revolucionariamente de acuerdo a las necesidades e intereses de los antes explotados y oprimidos, y se originó una lucha de clases muy aguda, que se refleja no solo por la vía de la defensa militar, sino que abarcó todas las relaciones sociales, en la vida de cada cubano, su familia, sus amigos, conocidos. En los centros de trabajo, en las instituciones docentes universitarias, en los centros dedicados a la investigación social y política, a nivel social general, se asumían nuevos conceptos revolucionarios, que chocaban con la anterior formación burguesa de la sociedad. Sobre estos procesos prácticos de la lucha ideológica y teórica, bastante poco se ha escrito y sistematizado. Quizás es nuestra deuda.
La Revolución trajo rupturas, como toda revolución. Cuba ha sido vilipendiada, también la obra emprendida desde 1959, muchos de los que conocí desde mi infancia, sufrieron divisiones familiares, algunos amigos se volvieron enemigos, otros se hicieron revolucionarios. Personalmente, perdí y gané amigos, conocidos. Vivimos días intensos, y el cumplimiento conjunto de las tareas de la revolución transformadora hizo surgir un nuevo concepto, el de compañero, casi perdido en la realidad cubana actual.
Y digo nuevo concepto por su significado práctico, porque el término expresa comunidad de intereses, lucha conjunta por alcanzar los mismos ideales, por que expresa solidaridad y ayuda mutua en cualquier circunstancia.
Se produjeron cambios en las posibilidades y objetivos a alcanzar como persona, en la forma de pensar y actuar, y fuimos aprendiendo nuevas cosas cada día. Todo ello era posible por los cambios que se producían a nivel social, en la economía, la educación, la salud, y cualquier otro ámbito de actuación.
También con el triunfo revolucionario de 1959 aprendimos que muchos se sacrificaron primero que nosotros, entregaron lo más preciado, que es su vida. Y en la continuidad de la lucha transformadora de la revolución miles de hombres y mujeres se entregaron a las tareas de la defensa, mientras se creaban condiciones para que otros se dedicaran a estudiar, prepararse, elevar sus niveles científicos, porque así lo necesitaba la nación. Muchos continuaron sacrificándose, mientras otros recibían de manera directa los beneficios de una revolución triunfante, por los humildes y para los humildes. Y hoy tampoco se habla de ello.
He hecho acotaciones y llamadas de atención sobre asuntos que se deben retomar, porque la memoria histórica no se puede botar como el sofá, por la ventana. Las nuevas generaciones tienen que saber qué pasó, como fueron las cosas en la realidad, como ha sido que hemos llegado hasta aquí, lo que sí está pendiente de estudiar y sistematizar.
En un encuentro reciente con antiguos fundadores de la artillería antiaérea, intercambiamos ideas con algunos compañeros sobre el tema de la ausencia en nuestros textos, publicaciones, investigaciones, del papel jugado en esa etapa por los estudiantes secundarios, de la enseñanza media preuniversitaria y tecnológica, y también universitaria, que respondieron presente a los llamados de la revolución y retrasaron sus estudios y graduaciones para cumplir con las tareas priorizadas asignadas, anteponiendo las necesidades e intereses del país y la revolución a las propias. Fue un ejemplo masivo.
Invito a todo el que lea y estudie estas notas a reflexionar e intercambiar criterios y opiniones, en la necesidad de saber establecer con precisión y exactitud, cuáles son nuestras verdaderas prioridades teóricas en cada momento histórico.
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