Podría aplicarse este razonamiento a la política exterior de Estados Unidos: con tal de preservar su imperio, enfrentado a una inexorable declinación, no se detiene ante ningún crimen, por alevoso que sea.
Consiente y financia el genocidio en Gaza, alimenta la destrucción de Europa con una guerra en contra de Rusia que destruyó a Ucrania y desangró a Europa, y que ya está perdida; atiza el conflicto con China cortejando a Taiwán y, en nuestra región, refuerza la agresión en contra de Venezuela, con una enorme batería de Medidas Coercitivas Unilaterales (más de 900) y en contra Cuba, que ha resistido 65 años de agresiones en el marco de un bloqueo cada vez más integral, incorporándola a la lista de *países promotores del terrorismo internacional* según lo anunciara el hampón Mike Pompeo por orden de Donald Trump, un megamillonario dueño también de un extenso prontuario de robos, estafas y toda clase de delitos.
La *acusación lanzada contra Cuba es una infamia incalificable* pero que pese a su falsedad potencia extraordinariamente los devastadores efectos del bloqueo porque son poquísimos los bancos de cualquier país que consienten hacer negocios con un país acusado de ser el santuario del terrorismo y exponerse a una brutal represalia por parte de Washington.
Esto se tiene que acabar y se va a acabar antes de lo que los imperialistas norteamericanos están pensando.
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