jueves, 1 de febrero de 2024

Economía y desinformación


Por   / Tomado de Granma

Entre otros asuntos, se referencian la alta inflación, el déficit de ofertas, las insuficiencias energéticas, y luego se nos expone lo nocivo que ello resulta para el ciudadano medio.

Ciertamente, para conocer semejante realidad no hace falta ser economista. Quizá no cualquiera sería capaz de ejemplificarla con tablas y gráficos; pero sí puede llegar a iguales conclusiones, al sufrir el apagón o salir a la calle y ver los altos precios de los productos básicos.

Un lector avispado quizá pregunte: ¿Y para qué sirve semejante explicación de lo obvio? Bueno, digamos que no se trata de una perogrullada en el sentido recto del término, sino de un recurso que se usará para construir ciertos estados de opinión. ¿Y acaso no es real la crisis?, cuestionaría el mismo lector. Sí, la crisis sí, pero no el discurso que se pretende montar sobre ella.

Luego, con mayor o menor sagacidad, se incorporarán al texto ciertas herramientas propias de la retórica de la desinformación. Por lo común, la primera falacia que se usaría sería la conocida como «efecto anclaje» o «anchoring».

Esta se describe como la tendencia sicológica a depender demasiado de la primera parte de la información que obtenemos. Nuestro primer punto de referencia a menudo actúa como una suerte de «ancla».

Así, desde el principio, se nos deslizarán generalidades que connoten negatividad. Esto tiene como objetivo buscar «credibilidad» del texto mediante la capitalización de cierto estado de ánimo negativo que la crisis provoca en el ciudadano medio. Para ello se mezclarán términos de carácter técnico con otros más propios de las maneras y el lenguaje de la gente común –lo cual se conoce como «efecto quídam»–, de modo que el receptor esté más dispuesto a aceptar lo que se le propone, en tanto quien las presenta no solo muestra dominio técnico, sino que, además, se le parece.

Con esto también se busca el llamado «efecto de polaridad», concepto lingüístico y semántico por el cual las palabras negativas atraen por concordancia otras palabras negativas. Cuando un receptor se halla bajo los efectos de una emoción, es menos propenso a realizar un análisis crítico.  

Tal manipulación emocional también tiene otros propósitos. Por ejemplo, preparará condiciones para valerse del llamado «sesgo de confirmación», lo cual es la tendencia a favorecer o recordar más la información que confirma las propias creencias o hipótesis. Con esto, también se busca trasladar la idea de que existen puntos de vista comunes, de modo que el receptor esté mejor dispuesto a aceptar las «soluciones» que se le brindan.

 

MANIPULACIÓN Y «VOZ POPULAR»

Asimismo, se pretende lograr un sutil «argumento ad populum» (en latín, dirigido al pueblo), tipo de falacia populista que implica responder a un argumento o a una afirmación, refiriéndose a la supuesta opinión que de ello tiene la gente en general.

Así, el emisor no aparenta manipular la información, sino solo dotar la «voz popular» de un carácter «científico».

Para persuadir de la probable «solución» con aparente «cientificidad», se utilizan diversos recursos retóricos. Uno de ellos es la llamada «falacia del francotirador», la cual consiste en maquillar determinada información, hasta que parezca tener sentido.

El nombre de esta falacia proviene de alguien que dispara varios tiros aleatorios a una pared, y luego dibuja una diana centrada alrededor de cada uno para así proclamarse francotirador.

También se utiliza la falacia del «falso dilema», lo cual consiste en presentar solo dos únicas opciones posibles, casi siempre contrapuestas, cuando en realidad existen otras alternativas que no son consideradas.

Por ejemplo, esto es algo que hemos visto en textos que amplifican la matriz de opinión referida a culpar de la crisis al actual modelo económico de Cuba.

Más allá de insuficiencias o distorsiones en la aplicación del modelo, importantes aspectos ajenos a él se dejan fuera, o se les minimiza la importancia, tal es el caso de los perniciosos efectos generados por el recrudecimiento del bloqueo.

Con frecuencia, esa criminal política contra el país, dirigida a disuadir inversiones, sabotear cadenas de suministros y criminalizar legítimas operaciones comerciales y financieras, es presentada como vulgar pretexto para enmascarar insuficiencias.   

También se suele dejar fuera, o se les resta importancia, el hecho de que la Isla aún no se recupere de los efectos provocados por la pandemia, la cual obligó a cerrar el país, afectando la obtención de ingresos por el turismo; así como a generar cuantiosos gastos y realizar costosas inversiones no previstas.

Se omite, además, un entorno mundial dominado por altos precios de las materias primas, los alimentos y los combustibles, consecuencia de diversos conflictos vigentes en el mundo.

Vivimos momentos convulsos que perturban el comercio global, al generar incertidumbre en las cadenas de suministros. A las crisis del mar Rojo y el golfo Pérsico se suman los bajos niveles de agua en el canal de Panamá, todo lo cual ha disparado el coste de la transportación marítima, y aumentan aún más los ya elevados precios de los alimentos y los combustibles.

Como país insular, al que además se le ha impuesto una ley monstruosa como la Torricelli, sufrimos más que nadie esta situación.

En fin, al dejar fuera numerosas evidencias ajenas al modelo económico, se pone de manifiesto la llamada «falacia de la causa única», que consiste en suponer una sola causa para la consecución de un efecto, cuando en realidad es la combinación de varias.

Son muchas más las estrategias discursivas que se utilizan para crear relatos malintencionados, pero en tan breve espacio no podemos mencionarlas todas.

Solo agregaremos que, con frecuencia, estas son técnicas de manual, que se inscriben en el contexto de una muy dilatada guerra asimétrica emprendida contra nuestra Revolución, y mediante la cual se persigue generar desesperanza y el descrédito de las autoridades.

Sin embargo, semejantes prácticas pueden ser desenmascaradas mediante métodos propios de disciplinas como el Análisis del discurso: rama de la Lingüística aplicada que estudia formas en el uso del lenguaje, y permite examinar la lógica y la calidad retórica en la generación de argumentos y narrativas.

 

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