domingo, 2 de marzo de 2025

La Página del Domingo: Caminos y destinos.

Por Alejandro Sánchez 

No tengo idea de cuánto saben de religiones cubanas de origen africano, pero me haré a la idea de que son neófitos.

Eleggúa es un orisha (santo), que simboliza los inicios. A veces se representa como un niño y en la doctrina cristiana católica se le sincretiza con el Santo Niño de Atocha o el propio Niño Jesús. Por ello se dice que protege a los pequeños. Se le representa con los colores rojo y negro, y por una antigua tradición es el santo al que primero se le toca o canta en las fiestas religiosas. 

Pero lo que pocos saben es que Eleggúa tiene un alter ego, Eshu. Si el primero son los comienzos, quien abre los caminos. Eshu es quien los cierra, quien marca el final de algo. Filosóficamente es interesante, porque no se contraponen, sino que se complementan. Los antiguos esclavos africanos en Cuba, que se vieron obligados a unir todas sus creencias en un cuerpo doctrinal unitario, no escaparon de esa percepción cíclica del mundo solo que le dieron dos caras.

Todo en la vida es un ciclo, hay cosas que comienzan donde otras terminan, y viceversa. Por supuesto que tampoco nada termina como tal, por regla general solo se transforman, varían, o cambia la percepción con que lo vemos aunque siga siendo el mismo objeto, o cambia el significado que tiene para nosotros. Y no nos pondremos a recitar las leyes de la dialéctica, pero claro que los cambios o las consecuencias no siempre nos favorecen, o al menos lo experimentamos así. Ningún resultado logrado es malo por sí, hasta tanto no lo reconozcamos como tal, y Fidel, por ejemplo, era un genio en transformar reveses en victorias. Siempre es mejor ver esas contradicciones y cambios como oportunidades, resquicios en el destino. 

El Destino es otro concepto interesante. Por ejemplo, los antiguos nórdicos creían en el árbol Yggdrasil, un roble enorme cuyas raíces y ramas entrelazaban todo lo existente. Para los mayas, “k'aax ich le kuxtal”, era una ceiba que crecía desde el inframundo, el Xibalba de sus mitos, hasta el cielo. Similar idea viene de culturas de todo el mundo, por lo cual podemos asegurar que es una predisposición genética del ser humano, espiritual, intrínseca en sus emociones, de creer en la interrelación de todas las cosas.

En esas interconexiones, existían o existen personas, seres, situaciones, que se convertían en camino o destino, en parteaguas de las vidas de otros.

Los Niños del Destino o de la Fortuna, esos que los cuentos de hada como el de “Rumpelstiltskin”, cuyo padre o madre prometían a un ser mágico sin saber que los esperaba; el miquilo, el duende salteño de los acertijos; las doncellas-colibrí mayas; el Cadejo; las Parcas o las umbaristari, las brujas del destino de las mitologías celtas, mujeres que aparecían y desaparecían cuando era necesario un punto de inflexión en la vida de alguien. Todos mitos, pero…

En nuestra vida diaria siempre hay personas así, que a veces quisiéramos que se quedaran o estuvieran todo el tiempo, pero que solo vinieron para eso, para ser tu Eleggúa o Eshu, o tu bruja del Destino, para abrirte o cerrarte ciclos.

Todo en la vida está conectado. Nada de lo que hacemos pasa desapercibido, incluso lo que sentimos que es otra categoría del actuar, porque los sentimientos por más que intentemos no mostrarlos, dejan huellas.

La vida es como un lago enorme, muy quieto, donde cada movimiento causa ondas, olas. Mientras más responsabilidad tenemos, mientras más personas dependen de nosotros, mientras más "grandes" seamos, mayor es el disturbio que causamos en el lago, y de nada sirve quedarse inmóvil o intentar ser “pequeños”, igual las olas causadas por otros nos alcanzan, igual nuestros sentimiento crean ondas.

Disculpen lo filosófica de la página de hoy. Pero estoy seguro que aprendieron algo, como yo en estos últimos meses. Y usted, ¿es camino, destino, o ambas cosas?

Tengan buen domingo.

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