Por Alejandro Sánchez
“Los mercaderes del espacio”, es una novela de ciencia ficción publicada en 1953. Recrea un mundo donde los estados-nación no existen y el mundo es gobernado por grandes empresas comerciales rivales. O sea, el sistema económico ha sustituido al sistema político. No existen las identidades nacionales, las que han sido sustituidas por la lealtad empresarial. ¿Le suena de algo?
Recientemente, un término ha comenzado a extenderse, el Tecnofeudalismo. Responde a un libro de 2022 del economista y ex político griego Yanis Varoufakis, que en esencia plantea que el capitalismo ha generado nuevos señores feudales, los dueños del universo digital, quienes viven de lo que otras empresas y el público en general le pagan por “vivir” en ese mundo virtual. ¿Le suena de algo?
Algunas voces en Estados Unidos han comenzado a denunciar el control que Elon Musk tiene sobre el gobierno de Trump. Este mismo ha tenido que salir a deslindar el papel del multimillonario en su gobierno. Incluso advirtió que las posibles reducciones o desaparición del presupuesto federal a la NASA, no implicaba una privatización o traslado de sus funciones a SpaceX.
Musk ha liderado un desmontaje del estado federal norteamericano, al menos lo que parece hasta el momento. A la USAID, parece seguirá la NED y se habla de otras instituciones relacionadas a las tareas de difundir los conceptos de libertad y democracia estadounidenses (VOA, Radio Europa Libre, quizás la OCB, ¿Quién sabe?). También se ha apuntado a la NASA como ya dijimos, a la Administración del Seguro Social de Estados Unidos, anunció el cierre de la Oficina de Protección Financiera del Consumidor, se propuso una reducción del 8% del presupuesto de Defensa y van tras los gastos del FBI y el Ministerio de Justicia, e incluso Musk pretende auditar a la Reserva Federal.
¿Pudiera entenderse esto como la adopción de una ideología anarcocapitalista al estilo Milei?
Para que muchos acaben de entender por dónde pasa el devenir reciente de Estados Unidos, deben comprender que Estados Unidos hace mucho no es un Estado-nación. El llamado Deep State, que tanto se menciona y del que se dice Trump es enemigo, ha utilizado a la nación norteamericana para su propio beneficio; empleando su hegemonía financiera, poderío económico y militar. Ahora mismo, ese Deep State, vive de un cadáver ya reseco.
Estados Unidos como nación es un estado endeudado. Para ejecutar sus políticas, dirigidas a perpetuar el poder de las transnacionales, ha pedido dinero prestado, ¿a quién? a la Reserva Federal, un grupo de súper-bancos que para nada les importa la “nación americana”. Para mantenerse como nación, Estados Unidos necesita pagar esa deuda que supera el 130% de su PIB, y solo el pago de sus intereses supera al presupuesto de defensa anual. De ahí que un súper millonario, con poder ejecutivo, intente auditar a otros súper millonarios con poder económico para ver si logra balancear o desaparecer esa gran deuda. Si no lo puede hacer, que es lo que está ocurriendo, la otra opción es pagarles. De ahí el recorte a todos los gastos que pueden ejecutarse de otra manera. ¿Cómo? Vendiéndoselos al sector privado sería una opción.
De esta forma también, Trump y MAGA garantizan el apoyo del Deep State y alejan cualquier loca teoría de un magnicidio ejecutada por ese “poder en las sombras”. Son las grandes transnacionales las que se benefician de las políticas que ejecuta el Estado y en un momento determinado, las que se beneficiarán del desmembramiento como nación de ese país.
Por supuesto, según ese viejo proverbio, “quien parte y reparte, se lleva la mayor parte”, y Musk, en su papel de carnicero, está garantizando que las tareas de intromisión ideológica sobre otras naciones las puedan ejecutar directamente X, Meta, Alphabet; si se destruye la NASA, ahí estará SpaceX para garantizar la conquista de Marte; y la ausencia del FBI, por ejemplo, muy bien pudiera ser ocupado por contratistas privadas, como en tiempos de la Pickerton. Las petroleras tienen garantizadas la explotación casi gratis (nada de preocupación por el cambio climático), y las armamentísticas seguirán con sus contratos con el Pentágono.
Pero, ¿no reducirán un 8% del presupuesto? Sí, en los programas de género, igualdad y equidad. No obstante, esa cantidad no será reducida, será reinvertida. ¿En qué? En construir capacidades militares en el sudeste asiático, para una eventual guerra con China, la próxima gran potencia económica mundial, y de una Cúpula de Hierro para el territorio continental norteamericano.
Alguien podría aducir; la reducción de los programas de igualdad y equidad para el Ejército, Policía y otros cuerpos armados, afectará la ya de por sí limitada capacidad de reclutamiento de estos. Hace mucho el Army enfrenta graves problemas para llenar sus filas. No importa, pues pudiera existir una solución. El Pentágono pretende contratar a Musk para elevar sus capacidades. Así que no se asombren si en poco tiempo, Neuralink comience a implantar microchips en soldados, al más puro estilo Hollywood de la película “Universal Soldier”, de 1992; o aquella emblemática “Robocop”, de 1987.
Por todo lo anterior, Paul Craig Roberts, subsecretario del Tesoro estadounidense en la administración de Ronald Reagan, dijo hace poco que Trump necesita detener el conflicto en Ucrania, pues tiene que eliminar el déficit del presupuesto federal. Es por ello que Trump está negociando con Putin, y este, que sabe la situación delicada en la que está su oponente no se apura en negociar, incluso lo ha invitado a trabajar juntos en la explotación de recursos.
Solo que la necesidad de negociar de Trump pasa por su retórica militarista e imperialista, y depende de las condiciones que impondrá Putin. ¿Hasta dónde podrá Trump fingir que está ganando cuando acepte lo que el Kremlin dicte para lograr el final del conflicto? Ya el mandatario yanqui ayer, durante la reunión con su gabinete, lanzó que Rusia tendría que hacer concesiones. El ejército ruso continúa avanzando en el frente.
En ese proceso, ¿hacia dónde va Estados Unidos? ¿A un tecnofeudalismo? ¿O a un tecnofascismo? Las cifras de deportaciones del muevo mandatario no se corresponden con las de sus declaraciones de campaña. De hecho, está proponiendo nuevos incentivos migratorios para personas ricas o “muy brillantes”, a los que personas ricas puedan pagarlas una ciudadanía comprada.
El público norteamericano trabajará, incluso en las tareas que los anglosajones se dice no quieren realizar. Recuerden que en las grandes fábricas automovilísticas, acerías y metalúrgicas, de lo que ahora es el “Rust Belt”, la población laboral era en esencia la blanca pobre. Esos mismos que se vieron sin trabajo por el offshoring y la migración. Pero no solo por eso trabajará la población norteamericana, sino porque la degradación de las oficinas de bienestar federales al ser destruidas, permitirán, como dijera Musk en uno de sus discursos “sacar la mano del Estado de los bolsillos del pueblo”, para que sea sustituida por las manos de las empresas privadas. Trabajar en Estados Unidos, se convertirá en una necesidad. Y ese pueblo agradecerá poder trabajar, en lo que sea, pero trabajar.
La carpa se quema… Esperemos cuánto daño hace al hacerlo.
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