lunes, 24 de febrero de 2025

La visión y el rumbo


Por Roberto R Davila Cabrera 

No siempre se logra tener una clara visión de lo que realmente necesitamos, ni tampoco de lo que queremos. 

Y si la visión no es clara y precisa, tampoco lo será el camino que seleccionemos para andarlo, ni el rumbo o derrotero que nos guíe para alcanzar lo necesario más que lo deseado.

La vida es tan compleja que es fácil perder la visión y el rumbo, y muy difícil a veces mantener las dos cosas, porque circunstancias, condiciones y otros factores nos afectan, y los árboles nos tapan el camino.

En otras palabras, hay escollos situados artificialmente para que no veamos ni el camino ni el rumbo correcto.

En política, lucha y combate, no se pueden hacer concesiones de principios. Si cedes en lo que no debes, la vida te pasará la cuenta. Es mejor no aceptar migajas que perder el honor. Nos lo enseñó Martí y también Fidel, nuestra generación histórica, y la Historia de este mundo.

No sacrifiques tu visión estratégica de largo alcance por tareas aparentemente tácticas de rápidas posibles ayudas y soluciones, si con ello comprometes el futuro.

No contribuyas a que los árboles no te dejen ver el bosque.

No es cualquier unidad la que se necesita. Hay ejemplos de unidad que no ha sido ni es basada en principios, las mafias se unen para delinquir, y otras organizaciones también se unen para alcanzar otros objetivos, como los monopolios, los cárteles, las corporaciones, incluso fuerzas militares para destruir pueblos y causas justas.

La Revolución Cubana con su Partido Comunista al frente siempre nos ha enseñado, a través de sus principales dirigentes, que la unidad que nos mantiene y mantendrá vivos en nuestros empeños es la que se forja en la lucha y el combate, sobre bases ideológicas, políticas, organizativas y de acción, sin hacer concesiones que nos puedan llevar a contraer deudas de gratitud que pongan la causa por la que luchamos en peligro, que no es asunto de poca importancia.

No perdamos el camino, la visión, el rumbo, el derrotero fijado, porque podemos perder la cabeza ante peligros que no se dejan ver.


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