lunes, 22 de abril de 2024

La página del domingo: Novelas cubanas contra novelas brasileñas.

 Esta sección se pensó para hablar de cosas serias pero en ambiente de domingo, luego del desayuno, o del almuerzo, para aprovechar y tirar una siestecita leyendo algo interesante, pero no pesado. Por tanto, ponernos a hablar de teorías comunicacionales y manejar conceptos no es lo ideal. Como tampoco ponernos a hablar de novelas, cuando es uno de los productos comunicacionales más cutres y tontos posibles, y perdónenme los amantes de este género televisivo.

¿Por qué nos salta el tema con tantas cosas importantes en la semana?

Hace unos días, la última novela brasileña expuso en una de sus escenas una habitación donde se podía ver la bandera cubana, y unas fotos del Che y Fidel. No creo que Grupo Globlo, una multinacional gigantesca, ande por ahí agitando las banderas del Comunismo y la revolución socialista mundial, así que, muy posiblemente haya sido solo un recurso para marcar con muy poco la identidad o historia de un personaje.

¿Qué tiene eso de inusual o importante? Pues que muchos internautas resaltaban el hecho de que en los productos televisivos cubanos, especialmente los dramatizados, esas cosas no se veían, sino que continuamente solo se presentan las “cosas malas” de la sociedad. Antes les explico algo.

Un término se está usando mucho en nuestros propios círculos de la comunicación; prosumidor. Una palabrita que suena feo y significa que ya la comunicación no es privativa de los medios más o menos profesionales que se dedican a hacerla, sino que el habitual usuario, el consumidor (una palabrita “inocentemente” tomada del mercado) puede hacer su propio producto comunicacional. O sea, cualquier persona en un lugar con un celular puede “Hacer” historia. Y sí, es posible.

Pero, (porque siempre hay un “pero”), la “inocencia” o “diafanidad”, el hecho de que esa historia “hecha” por alguien al azar, sea real es tan mítica como la llamada “comunicación dialógica”, o la imparcialidad de los medios de comunicación.

¿Por qué? pues porque para que esto sea real y el producto de ese “prosumidor” sea genuino, fiable, posible a catalogar como Historia sin ninguna influencia de las redes de poder, de los dueños de lo que pensamos, deberíamos sacar a esa persona de un envase con su cerebro intacto de cualquier influencia exterior y ponerlo ante el hecho, la historia o la imagen y que él apunte su equipo de grabación, original y nunca antes usado, a lo que surja, así, de la nada.

Y es que todos consumimos lo que alguien nos puso en un escaparate de opciones, y por supuesto que tienes la oportunidad de escoger, pero solo sobre una limitada posibilidad de alternativas que te implantaron en tu cabeza; quién eres, quienes fueron tus padres, tu construcción social, los signos, significados y significantes, símbolos y paradigmas que desde pequeño nos han formado.

Pero, no solo eso, ese equipo con el que estamos grabando y publicando nuestra historia; tiene un fabricante con sus propias regulaciones. También la plataforma en que publicamos esa historia tiene dueño y normas.

Por tanto, edulcorar, relativizar, adoptar, naturalizar determinados conceptos sin contextualizarlos es un error bastante grave, sobre todo a la hora de hacer Comunicación Política, que por cierto, en la construcción jerárquica de las normas jurídicas debió ser el primer tipo a tenerse en cuenta en la Ley de Comunicación Social y es la quinta.

Al avanzar la tecnología sobre la que basamos la comunicación, se van creando brechas de acceso. Estas se conciben por muchísimas causas, desde las mediaciones naturales en el proceso comunicacional, hasta las ficticias y las que obedecen a los intereses ideológicos. Pero la más importante de esas brechas o mediaciones en la comunicación se deben a la Voluntad de quienes manejan la comunicación.

Los medios de comunicación, sean cuales fueren, son medios de producción, en su caso de producción de ideologías, de consumos comunicacionales que se revertirán posteriormente en consumos comerciales y políticos. Tanto el capitalismo como el Socialismo, usan los medios de comunicación como extensiones de su combate ideológico, como armas en la Lucha Ideológica.

El capitalismo lo hace para promover el poder político e ideológico de los grupos hegemónicos impuesto a través de los consumos; culturales, comerciales, de entretenimiento. Y el Socialismo;

“para educar en las ideas socialistas a todo el pueblo trabajador y a vencer las supervivencias del capitalismo y neocolonialismo en la conciencia social, es, de hecho, la continuación imprescindible de la lucha de clases contra el imperialismo y los explotadores de ayer”.

El libre albedrío en el consumo, análisis y generación de contenidos es tan mítico como lo es la imparcialidad del comunicador, del emisor y de sus dueños, sean quienes sean. Lo cual nos hace regresar al tema de las novelas:

La novela brasileña usó a Fidel, Che y la bandera cubana como recurso artístico, quizás para llegar a masas de izquierda en Brasil, quizás porque su director, guionista y hasta el productor de O Globo que la pagó tiene admiración por Cuba, un paradigma para mucha gente fuera de Cuba. Lastima que no tanto para nosotros.

Las novelas cubanas no lo hacen, y están llenas de “cosas malas”, ¿por qué? ¿Eso es lo que genera la construcción social de quienes producen las novelas? ¿Eso es lo que interesa mostrar de nuestra realidad? ¿Es así la realidad cubana?

Disfrute de su domingo.

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