Esta última sobre todo me recuerda una de las leyes de la dialéctica; aquella de la transición de la cantidad a la calidad, pues supuestamente en la observación del mundo, las personas o los fenómenos, nos vamos decantando a procesos superiores, más selectivos, pero siempre no es así.
Hace poco discutía con el profesor Dávila la idea de escribir sobre filosofía de una manera amena, con motivos comunes, pero no se preocupe, hoy no va por ahí la cosa.
Las personas, así como algunas situaciones, me gustan verlas en tres dimensiones; de lejos, de cerca y por dentro. Unidas esas tres dimensiones, quizás puedas, a veces, llegar a conocer realmente a alguien pero, con la condición adicional de que logres ver en sus ojos. Casi siempre los ojos no mienten. Por eso los mentirosos te hurtan la mirada; los traidores la bajan y los prepotentes la alzan por encima de su interlocutor.
De lejos suele ser el primer vistazo que le damos a cualquiera y, por regla general, está lleno de estereotipos. Hay quienes van con una sonrisa eterna, hasta parecen muy felices, pero no.
Verlos de cerca no te hace conocer algo o alguien, ni siquiera cuando hay convivencia familiar. Salvo excepciones, todos usamos una “ropa de trabajo” cuando andamos en público. Y no importa que estemos incluso en nuestra casa, todos usamos ese “uniforme”, porque no siempre estamos solos o rodeados únicamente de las personas ante las que nos podemos “desnudar”, ser auténticos. Por eso la gente va por ahí mostrando lo que les conviene mostrar, lo que no puede dañarlos, e incluso, fingiendo ser un “libro abierto” escrito totalmente con mentiras y excusas.
Cuando las personas muestran más de sí mismos, es por dentro, cuando no tienen nada detrás de que esconderse, cuando creen que no hay amenazas, que no necesitan seguir poniéndose el “uniforme”.
Algunos dicen que se conoce bien a las personas bajo presión, y no lo creo. Bajo presión hasta un cobarde pelea. Lo hace por miedo, pero pelea. El débil se hace fuerte, el noble traiciona sus valores. Es cuando no hay riesgos a la vista, con alguien afín, o en posición dominante, cuando logró lo que quería, cuando la persona se siente a salvo, impune, inmune, libre… que el verdadero yo surge.
Las personas que se ven igual de lejos, de cerca y por dentro, son coherentes, aunque no siempre es un elogio. Usted puede parecer un hijoeputa de lejos y serlo de cerca y además, disfrutar ser un hijoeputa. Pero hablando de gente buena, pues la coherencia es intrínsecamente un rasgo positivo, la persona que te mira a la cara no tiene nada que ocultar, esa que aparta lo que está haciendo o deja a un lado el móvil para prestarte atención demuestra que eres su foco de atención. Esa persona nunca te impondrá algo, no te chantajeará sentimentalmente y menos con las cosas que más te duelen. Lo peor es la traición a la confianza, y que conste que no me refiero a una infidelidad conyugal. Hay traiciones peores que esa, como la traición a lo que crees, a tus valores.
Un jefe que tuve en algún momento, de los pocos que se han merecido mi respeto, me decía que todas las personas tienen un precio y, efectivamente, es así. Solo que hay precios impagables. Hay quien se vende por las 30 monedas de Judas, y para otros, el costo es la felicidad o vida de su hijo.
Abril es un mes que puso a muchos cubanos en la Historia ante un precio a pagar, ante una condición extrema; algunos vinieron a pisar su tierra como mercenarios; otros, apenas niños, murieron por ella. Algunos no tenían pinta de traidores, pero lo fueron, otros parecían seres humanos corrientes y se transformaron en símbolos, como aquel simple García que selló con la palabra “Fidel”, el paradigma de una Revolución.
Abril es la fragua de promesas por cumplir en mayo.
Tengan buen domingo y trate de ser coherente y rodearse de gentes coherentes. Es un ejercicio difícil, pero satisfactorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sea educado. No insulte ni denigre.