lunes, 17 de junio de 2024

Página del Domingo: Padres.


Por Alejandro Sánchez

Soy un tipo afortunado; tengo 4 padres.

Tengo uno biológico, como casi todo el mundo, pero era no presente. Y no digo Padre Ausente, porque en realidad sí estuvo, pero era como si no. Muchos en ese caso dirían; “mi padre fue mi madre”, pero no. Una madre es una madre. Hay cosas que no puede sustituir.
En fin, de mi padre biológico heredé una genética bastante buena, y me enseñó 3 lecciones que no he olvidado:

Una fue antes de entrar al Servicio Militar. Me dijo que aprovechara todos los respiros que esa vida me daría, pues da pocos. Eso lo he aplicado a otras situaciones.

En segundo lugar me enseñó que siempre tratara de hacer lo mejor en lo que yo fuera; "no importa que seas barrendero, tienes que ser el mejor barrendero". Y hay una diferencia grande entre ser el mejor y hacer lo mejor en tu disciplina. Cuando se busca ser el mejor, a veces se acuden a atajos. Si lo haces mejor que el resto, los méritos viene solos. De ahí me quedó el odio a la palabra, mediocre. La usaba continuamente, como un gran insulto.

Lo último que aprendí de ese hombre, fue mantener cierta dignidad, ciertos códigos de respeto; decidió romper su familia antes que llevar una doble vida engañando a su esposa, como algunos le propusieron. Fue una forma rara de mostrar respeto, pero… era su forma.

Mi segundo padre fue adoptivo. Siempre digo que es mi verdadero papá. Era mi tío materno, uno de los tipos más brutos, machistas y desamoraos que he conocido, pero me enseñó que una familia, por más disfuncional y llena de gente loca que esté, es una familia.

Me enseñó de todo; albañilería, carpintería, religión, fisioterapia, agricultura. En resumen, que la comida más sabrosa es la que viene del trabajo honrado. Me dijo una vez que; si quería no olvidara a los que me hicieron daño, pero que no viviera con odio. El odio consume.

De él gané a mi padre espiritual; Shangó. Y ya sé lo que van a decir; “ya está este haciéndose el bárbaro”, por aquello de Shangó, las mujeres, las fiestas y lo sabroso. Eso es una mala interpretación de nuestro folklore afrocubano, como aquello de que Shangó es mitad hombre-mitad mujer. Estudien un poquito más.

Es verdad que ese orisha es la encarnación de la parte “divertida” de lo masculino, y a muchos les conviene eso, pero también es el hijo considerado, el trabajador consecuente y el hombre desprendido y generoso que hizo rey a Babalú Ayé, regaló su poder de adivinación a Orula y respeta enormemente a Oyá, una mujer.

Mi último padre fue el político. Un padre que asumí por convencimiento, que adopté voluntariamente aunque ya él nos había adoptado a todos desde mucho antes, incluso a esos que no le retribuyen su amor. Primero fue una presencia latente, luego un referente, después una certeza y, hoy, una convicción. Lo lloré y lo lloro como a nadie, hasta ahora.

De mis años de vida y experiencia profesional, tengo la impresión que se es injusto con los padres. Es algo que ni siquiera el nuevo Código de Familia ha cambiado, y no creo que cambie en mucho tiempo. Siempre estamos en un escalón por debajo con respecto a las madres. Ellas incluso son ayudadas por la genética, nosotros no.

La paternidad no la da ninguna reacción hormonal. Cuando eres padre, es porque lo asumiste con total conciencia. Perdónenme las madres por este pequeño desvarío.

¿Saben qué es lo más difícil de ser padre? El miedo. El miedo a hacerlo mal, a toda esa responsabilidad, a que le puedan hacer daño a tus hijos (sobre todo si son hijas hembras). Si eres comunista, miedo a no dejarles un mundo mejor. También te da miedo de no llegar a ser nunca suficiente para ellos, a no trascender.

Cuando eres padre, padre de verdad, siempre lo logras. Siempre trasciendes. Eres papi, papá, el viejo, mi gordo, cualquier apodo, pero… Eres.

Tengan feliz domingo todos, padres incluidos. En especial, el viejuco (él sabe quién)

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