domingo, 2 de junio de 2024

Página del Domingo: Vocabulario.


 Por Alejandro Sánchez

“No hay luz porque se calló un poste”. Así anunció una vecina en el whatsapp del barrio y se armó. Apagón programado y luego extendido por ese incidente, la gente no tenía otra cosa que hacer que chismear en redes sociales. 

Y mientras unos estaban al tanto del evento que nos mantenía a oscuras, el horario crítico y otras quejas, alguien pasó al choteo sobre la falta de ortografía en el anuncio: calló por cayó, si es que algún lector no se dio cuenta. 

Siempre salió el literato que dio por whatsapp una clase de español y los jodedores que comenzaron a escribir todo con faltas de ortografía a posta. Alguien salió en defensa de la víctima y pidió, por favor, fueran consecuentes con la compañera.

“Consecuente”. Quizás la defensora quiso decir que fueran condescendientes, o tal vez realmente pidió ser consecuente con la falta de preparación y educación de esa persona.

“Consecuente” no es sinónimo de consecuencia y mucho menos de condescendencia. Lo es de consecución, continuidad, coherencia.

No se es consecuente cuando se exculpa a alguien de sus errores, responsabilidades y consecuencias de sus actos, a menos que no tenga la mínima participación en lo ocurrido.

No se es consecuente cuando se exime a un hijo, familiar, subordinado amado o allegado cualquiera de sus deberes.

Tampoco se es consecuente cuando se asumen cargos o responsabilidades para las que no se está preparado. A veces eso se confunde con valentía o ejemplo de sacrificio, pero no. Eso es imprudencia, charlatanería, incoherencia. Y si no tiene más remedio, pero no se prepara bien y cree que se las sabe todas porque ya tiene el carguito, entonces es un irresponsable, o un pusilánime.

En el primero de los casos, casi siempre el exculpado se considera impune, cae en la prepotencia y, por regla general, en el delito.

En el caso de la condescendencia con la familia y otros allegados, casi siempre provoca hijos o subordinados irresponsables, que no son consecuentes con el esfuerzo que sus padres, superiores o sociedad han hecho por ellos y caen en la ingratitud, el desapego, la traición. 

Y respecto a ponerse trajes demasiado grandes sin ni siquiera tomar medidas para subsanar o paliar ese déficit de aptitud, sin siquiera asumir con humildad que se es proclive al error; bueno pues, por desgracia, eso lleva al miedo al ridículo, a la inexactitud de tus acciones y decisiones, al enmudecimiento de tus críticos, a la elevación de adulones tan o más pusilánimes aún. Lleva, en fin, a la soberbia y como le dijera en una ocasión a un amigo; del orgullo a la soberbia va un camino corto, de la soberbia a la traición hay una distancia mucho más corta. 

Pase un buen día y estudie Español. 

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