A Corina y Pedro, un homenaje muy por debajo de los que su obra merece.
Para ese amigo es una preocupación la violencia gratuita y en demasía de las películas de Cubavisión en la noche del sábado. Y puede ser cierto. ¿Qué digo? Es cierto, sin duda alguna. Y no solo esas películas; el audiovisual comercial en general (filmes, series, videoclips, documentales), y hasta algo del cine de culto, se ha vuelto más violento, más ofensivo a la vista del espectador. Además, violento en todos los sentidos; no solo golpes, muertes en directo, sangre en abundancia, sino también violencia verbal, sexual, hasta política, si tenemos en cuenta que esas producciones se han convertido en canales subliminales de imposición de estereotipos ideológicos, clasistas.
Y aquí es necesario aclarar algo: todos somos constructos sociales, o sea, somos el reflejo de muchas cosas que incidieron en la formación de nuestra psiquis y gustos. Por tanto, lo que para mi amigo puede ser mucha violencia, quizás no lo sea para quien selecciona esas películas.
Recuerdo las películas de samuráis de Kurosawa, con aquellas escenas casi risibles de chorros de sangre que parecían géiseres y pienso en la última versión de Shogún, bastante moderada en cuanto a violencia para los tiempos que corren. O sea, que no es una cuestión de épocas. Al menos, no totalmente.
Pienso en películas de guerra como “Salvar al soldado Ryan”, con aquella icónica escena del desembarco, y “Stalingrado”, más reciente. ¿Cómo representas la barbarie que es la guerra si no lo haces así?
Y si hablamos de dibujos animados, desde niño estoy viendo al ratón Jerry romper jarrones en la cabeza de Tom. Aunque debo hacer la salvedad de que, últimamente, los materiales para niños parecen hechos para “infantes” de 30 años. No es hablarles en “ñeñeñe”, pero… ¡Son niños!
No existe un estudio, al menos yo no lo he leído, que diga que la violencia en los medios, incluidos los videojuegos, incida decisivamente en un comportamiento violento de niños y adolescentes. En los casos de tiradores múltiples juveniles, como los de Columbine, Virginia Tech o Sandy Hook, por solo mencionar algunos; no hay una relación directa entre la comisión del acto con el consumo de violencia. Solo del 2000 a la fecha, en una rápida mirada, dejando de lado actos que responden a acciones terroristas por cuestión religiosa o política, la mayoría de las causas ha sido la inadaptación social del perpetrador. Estados Unidos, Alemania, e increíblemente, China, son de los países más afectados.
La violencia es intrínseca al ser humano. Hemos convivido con ella durante toda nuestra evolución; primero como especie, y luego como sociedad. Desde los holocaustos de ciudades enteras durante las guerras de conquista, hasta genocidios actuales como el de Palestina. Han hecho uso de la violencia, tanto los opresores, como los oprimidos.
Los yanquis en Viet Nam usaron el agente naranja y el napalm; los vietnamitas usaban trampas que dejaban lisiados a los soldados o heridos de muerte en una agonía lenta y torturante. ¿Era un método, más violento que el otro?
La descripción hecha por un oficial español de aquella primera carga al machete de Máximo Gómez, un 4 de noviembre de 1868, es horripilante. Las imágenes de la concentración de Weyler, son dantescas.
Como mismo son sobrecogedoras las imágenes captadas por los soviéticos a su entrada a campos de concentración como Auschwitz, Belzec, Sobibor, y Treblinka. ¿Podemos compararlas en violencia con las imágenes de Rafah, en Gaza, o Sabra y Shatila?
Quizás diga alguien que todas esas expresiones, no importa la época, no importa quién las cometiera, son violentas por igual. Nosotros los revolucionarios, seguro nos parcializamos y justificamos algunas de ellas por ser en respuesta a la masacre imperialista y fascista.
¿Y en cuanto a los animales? ¿Se es menos violento cuando se golpea a un animal que a una persona?
La violencia existe. Otra cosa es practicarla como forma de nuestro actuar. Es una respuesta social a contextos, a períodos de crisis, a sociedades disfuncionales, a dilemas existenciales, a carencias afectivas, a criterios educacionales, etc. Pero, sobre todo, es reflejo de una persona enferma.
Esa persona que escoge cuales películas poner el sábado en la noche, quizás debería pensar; o su jefe de programación, el asesor del programa, o el director del canal, que esa primer filme pasa a un horario donde todavía hay niños despiertos. O darse cuenta que posteriormente, hay otras 2 películas, especialmente la del Cine de Terror, que ya como género es violento, y entonces toda la madrugada se convierte en un maratón de tiros, gritos, violaciones, con un promedio de 200 muertes/hora.
Hace mucho tiempo que se habla de personalizar los canales de la televisión cubana, de elevar el nivel de lo que se exhibe, en fin.
Lo que se consume, sea en películas, series, libros, debería ser más objeto de atención de quienes tienen la responsabilidad de velar por la cultura del cubano. En definitiva, hoy en día, quien desee consumir algo en específico tiene internet, el “Paquete”, la ventana del vecino o el P-4 (P-14, P-12, P-15, etc), y no depende de una emisión por un canal público que se paga con dinero del pueblo, supuestamente para educar y entretener a ese pueblo.
Si aún está a tiempo de ver la película de “Arte 7”, disfrútela. En esa casi nunca hay violencia.
Tenga buen domingo.
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